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Aquí está la carta, traducida, que apareció en la web oficial de Claudio, firmada por él mismo, en la que explica las razones de la anulación del concierto del día 29 de enero 2005 (gracias a Caravan):

No hay fiesta.

por CLAUDIO BAGLIONI

Son muchas las razones que pueden "arruinar" una fiesta o, directamente, impedir que se desarrolle. Algunas graves, otras menos graves. Todas, sin embargo, igualmente serias e importantes, hasta el punto de que producen el mismo resultado: en nuestro caso, el hecho de que la fiesta no se haya celebrado. Conocer estas razones no restituye lo que se pierde, pero ayuda a entender. Para hacerse -como se dice- una idea de la incomodidad que guardamos dentro. Para la última fecha de "E festa sia!" ha sido así. El concierto, inicialmente previsto, en la Plaza San Giovanni de Roma, para la vigilia de la Epifanía (la noche de Reyes para nosotros -nota del traductor-), y luego aplazado para el 29 de enero ha sido, al final, anulado. Graves han sido, desgraciadamente, las razones que han determinado inicialmente aplazar el concierto; no graves, sino serias y no superables, las que nos han obligado a anularlo. El aplazamiento, en efecto, se ha debido a todo lo acontecido en el Sudeste asiático el día de S. Esteban. Una tragedia sin precedentes, que ha convulsionado ojos, corazones y conciencias de todo el planeta y ha llevado -por primera vez en su historia- a Europa a declarar el 5 de enero jornada de luto en todos los países de la Unión. El concierto de "E festa sia!" habría acabado justo en esa fecha y la creencia que el mejor modo de guardar el luto y respetar el dolor de esas poblaciones y de todos los ciudadanos del mundo, haya sido precisamente no tocar, invitando a todos a reflexionar sobre lo acontecido, envueltos por el "sonido del silencio". Para la anulación del 29, por el contrario, las razones no son -por suerte- tan graves, pero son igualmente serias y vinculantes. A pesar de los obligados esfuerzos, el empeño y la determinación de todos, no ha sido, en efecto, materialmente posible organizar el concierto para esa fecha. Llevar "a escena" eventos de este tipo, en efecto, significa poner a trabajar deprisa una notabilísima máquina organizativa, que comprende contratar-entre fletadores, transportistas, operarios, técnicos, colaboradores, personal de dirección, seguridad, músicos, etc.- entre cien y ciento cincuenta profesionales. Es evidente, por tanto, que cuando eventos imponderables acaban por hacer "bailar" las fechas previstas, no hay forma que haga posible lograr armonizar el calendario de las obligaciones profesionales. Así que se comprende -y, desgraciadamente, ha sido así en el caso de "E festa sia!"- que no se logre hacer cambiar, con la nueva fecha, los compromisos de todos esos profesionales a los que no es verdaderamente posible renunciar para hacer el concierto. Inútil que os diga que el amargor de boca por cuanto ha sucedido es tan mío como vuestro y que, como no se os ha pasado a vosotros, el deseo de encontrarnos para festejar juntos, no se me ha pasado tampoco a mí. Me obligo, de esta forma, a aseguraros -a los romanos y a cuantos desearán unirse a ellos- que no se trata de un "adiós", sino de un "hasta volver a vernos". Habrá fiesta. Probablemente tras el verano. Y -aún no puedo anticiparos nada- puedo decir que estamos trabajando, ya desde ahora, para hacer que sea una fiesta aún más grande, para vivirla todos juntos. ¡Hasta pronto!

Claudio

 

 

14 enero 2005

Esto es parte de un artículo de "Familia Cristiana" que podéis ver al completo aquí:

http://www.stpauls.it/fc/0503fc/0503fc34.htm

LO MEJOR DE LA CANCIÓN ITALIANA

"Música, celebración estética de la creación". El padre David María Turoldo tenía muy claro la fuerza de la música para transmitir valores positivos. Es el objetivo de la colección "Los colores de la vida", ocho cd que se editarán con "Familia Cristiana" (a partir del próximo número), que tocan lo mejor de la canción italiana: 64 canciones sobre grandes temas de nuestra existencia. Una preciosa ayuda en vistas de la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Colonia en agosto.

UN VIAJE ENTORNO AL AMOR Y A LA AMISTAD

Cada canción tiene una historia, que se entrelaza indisolublemente en el recorrido humano y personal del que la ha concebido y en el contexto histórico en que se ha compuesto.
Aquí están las 8 canciones del primer cd, dedicadas al tema del amor:

- Amore bello -Claudio Baglioni 1973
Después del éxito de "QPGA", Claudio Baglioni sale con el álbum "Gira che ti rigira amore bello", pero, al menos al inicio, el éxito tarda en llegar. Así Claudio exorciza la negatividad quemando Camila, la dos caballos protagonista de las canciones. Es el 1973, el éxito llega y "Amore bello" conquista a los jóvenes.

- Un'avventura -Lucio Battisti 1969
Es el 1969 y Lucio Battisti, ya unido a Mogol, decide presentarse en Sanremo cantando, precisamente, "Un'avventura" en pareja con Wilson Picket. Es el primer paso para el éxito, que Lucio, en aquel período, honra concediendo entrevistas y haciendo un tour por las plazas. Mogol se compra un yate y lo bautiza: "Un'avventura".

- Anna e Marco -Lucio Dalla 1978
- Tu sei il mio amico carissimo -Riccardo Cocciante 1980
- Anima -Ron 1982
- Farfallina -Luca Carboni 1987
- Dedicato a te -Le Vibrazioni 2002
- Luci a San Siro -Roberto Vecchioni 1971

 

EN 8 CD "LOS COLORES DE LA VIDA".
CLAUDIO BAGLIONI, TESTIMONIO DE EXCEPCIÓN EN EL PRIMER CD "LAS EMOCIONES DEL ALMA"


"Nos asusta hablar de amor", escribe el gran cantautor. "Es la palabra más usada, seguramente la más abusada. Y como cada palabra puede ser todo o nada: depende de nosotros, de nuestra capacidad de mantener lo que promete".

Por Claudio Baglioni:


"Pero no sé explicarlo..." Ya. Era así entonces. Y me doy cuenta que, a pesar de estos largos años de notas y palabras, es así también hoy. Pero no creo que sea un límite del artista. Creo que el límite es el hombre. No cuenta ni la habilidad de coser los textos con una música que sepa calar a más o menos profundidad -sea arte o trabajo- ni la platea a rebosar, modesta o con un sólo interlocutor que tengamos enfrente.

Cuenta la categoria con la que uno la aborda, en soledad, en pareja, en familia, con los amigos, entre la multitud.
Porque el valor es tan alto que encerrarlo en la camisa de fuerza de las palabras es casi imposible.
El arte -y, así pues, también la música- ayuda, pero no resuelve.
Está situado entre nosotros y el sentido último de las cosas y converge iluminando el camino, pero está en nosotros asumir la fatiga y los riesgos del viaje.

LA PALABRA, LA INVENCIÓN MÁS GRANDE.

Es el camino desde el alma (donde el amor toma forma y nosotros tomamos conciencia de él) a la mente (donde el pensamiento elabora su esencia), a la palabra (donde la definición toma voz): es un recorrido, inevitablemente, imperfecto. A cada paso, en efecto, nos alejamos del "corazón" del problema y perdemos algo en la capacidad de darle valor, sentido y misión.
La palabra es todo lo que tenemos (probablemente la invención más grande del hombre), pero las "grandes" cuestiones -la vida, la muerte, el dolor, el amor precisamente- revelan todos los límites de esta extraordinaria invención.
Quizás es por lo que nos asusta hablar de amor. Hay disgusto, miedo, inadaptación, pudor.

Probablemente es la palabra más usada. Seguramente la más abusada. Pocas otras, efectivamente, sufren tanto la erosión de la inflación. Decir: "te amo", cuando no es así, es un delito. Un delito inferior sólo al que cometemos cuando, aún amando, no lo decimos. Como cada palabra, también el amor puede ser todo o nada. No depende de él. Depende de nosotros. De nuestra capacidad (o incapacidad) de mantener lo que esa palabra promete.
En este sentido, el hombre (la humanidad, en su gran viaje colectivo, pero también cada uno de nosotros, en el curso de su propio y pequeño viaje personal) avanza por intentos. Por aproximaciones colectivas. Se acerca. A veces le parece estar a un paso y, sin embargo, se da cuenta de que aún le falta algo. Falta siempre algo.

EL HOMBRE: EL FINITO QUE BUSCA EL INFINITO.

La distancia se reduce poco a poco, pero no se anula del todo.

Probablemente porque, mientras en su interior el hombre tiene conciencia del infinito, todo, en torno a él, es finito. Un conflicto del que no tenemos el modo de sanar. Tiene, es verdad, el gran mérito de hacer que tendamos al infinito, pero también es responsable del sufrimiento que se deriva de no lograr jamás satisfacer plenamente esta sed. Así sucede también en el amor.

Quizás por esto lo buscamos siempre, sin fin e inmaculado, en la pareja, entre padres-hijos, en la amistad (según algunos, la forma de amor más alta), en el amor por los demás y por la vida.

Y, cuando acaba o revela ciertas impurezas, nos enfadamos con él. Error de perspectiva: confundimos siempre causa y efectos. Si no somos nosotros su instrumento, sino que pretendemos que él sea el nuestro, no podemos descargar sobre él la responsabilidad de errores que son nuestros, no suyos. No es el amor el que desilusiona al hombre, sino el hombre el que lo desilusiona. También porque, mientras él está siempre a la altura de su mandato, lo mismo, desgraciadamente, no se puede decir de nosotros.

No sabemos de donde llega, pero, cuando se pierde, nos afanamos en preguntarnos donde termina y, sobre todo, porqué. Un porqué
inencontrable, aún más que el de su aparición. Y el vacío que deja es siempre más grande que el que había colmado, al llegar. Y permanecemos así, como si no nos quedase otra cosa más que aceptar la incomprensible inevitabilidad de su disolución.

LA ENERGÍA MÁS GRANDE DEL HOMBRE.

Misterio, así pues. Misterio encontrarlo, misterio vivirlo, misterio perderlo. Por esto: "No sé explicarlo". Pero es ciertamente la energía más grande que el hombre esté en grado de producir. La única que logra hacerle hacer cosas de las que se imaginaba incapaz. El milagro que hace al hombre capaz de milagros. Y, quizás, si encontrásemos el coraje de no reducirlo al acto que origina la vida, si no lo traicionáramos, haciendo de él mercancia de cambio, si lográsemos mirarle a los ojos y escuchar lo que tiene que decir, y si nos decidiésemos a adoptarlo como brújula de nuestra navegación, nos daríamos cuenta de que la respuesta a muchas pequeñas-grandes preguntas, que nos llueven encima y de las cuales, a menudo, nos sentimos perseguidos, está más cerca de lo que imaginamos.

Como decía un gran músico: "Love is the answer" (El amor es la respuesta).
Y, a menudo, la diferencia entre creerse, llamarse o ser de verdad dignos del apelativo "hombre", está aquí.

 

 

Éste es un artículo escrito por el propio Claudio, referente a estos shows navideños 2004 en las plazas:

¡Y QUE HAYA FIESTA!!!!!!

"Cercando" (Buscando) que sea siempre un "Crescendo" (Creciendo).
Crecer es buscar: la sal de la vida. Dos verbos que se persiguen, justo como el hombre y el tiempo. Nosotros, que lo seguimos -buscando comprender los secretos de este objeto misterioso que es la vida-, él que no se deja alcanzar y huye: incorruptible guardián de un misterio que debe, a toda costa, permanecer como tal.

Creo que es toda esta persecución sin fin, en este interminable juego de la "gallinita ciega", el sentido del viaje...lo que nos une. Nosotros, los viajeros y él, el vapor que nos hace volar entre las olas indomables del océano de la historia. Porque, si es verdad que el hombre no es nada sin el tiempo, es por otra parte verdad que el tiempo no existe más que en la conciencia, en los ojos, en el corazón de los hombres.

Él nos cambia, sí. Pero lo que no pensamos nunca es que también nosotros lo cambiamos a él. Él nos hacer crecer a nosotros, nosotros lo hacemos crecer a él. Y, como en cada viaje, también en éste hay momentos que -más que otros- iluminan nuestro crecimiento y búsqueda. Tres, en especial. Tres momentos-símbolo, entre las llegadas más importantes de este continuo viajar: Navidad, Fin de Año y Reyes. A los cuales se añade, el adviento: una consecución de emociones que, cada año, precede a la estación de las fiestas.

Por eso he pensado coser juntos estos 4 momentos en un recorrido que describe el arco ideal de cada viaje: la vigilia, con el "creciendo" emocionante de la espera; la partida -La Navidad-, el nacimiento: la partida más importante para cada uno y para todos; el Fin de Año, la otra cara de la moneda, el paso, donde la coincidencia de los opuestos esconde el sentido mismo del infinito: el fin y el principio se encuentran y el telón se transforma en un nuevo punto de partida; los Reyes: la llegada, como Magos frente al misterio del Hombre nuevo.

Bajar a la plaza, encontrarse, intercambiar emociones y felicitaciones -el 18 de diciembre en la plaza del Duomo en Milán, el 25 en la plaza del Plebiscito en Nápoles, la noche del último día del año en la plaza Politeama en Palermo, el 6 de enero en la plaza del Popolo en Roma- significa, entonces, intentar ver juntos si un puñado de canciones logra que miremos hacia las cosas que -fuera y dentro de nosotros- cuentan de verdad.

Me gustaría que -como un cometa- este breve viaje se parase en la vertical de nuestra mirada, iluminando la noche del corazón. Indicándonos que es el momento de tomar conciencia del hecho de que somos nosotros la cualidad más importante de este tiempo nuestro que está herido y cojea; que él envejece y se marchita sólo si envejecemos y nos marchitamos nosotros; que empeora sólo cuando empeoran nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras acciones; y que, al contrario, puede hacer milagros si la parte mejor de nosotros es la que traza la ruta y toma el timón. No existe un futuro mejor, sino hombres que pueden hacer que resulte el futuro mejor. Y creo que todos deberemos luchar por pertenecer a este género de hombres. "¡Y que haya fiesta!" es una invitación. Invitación para hacer que la parte mejor de nosotros tome la ventaja, Cercando (intentando) que nuestro tiempo sea siempre un Crescendo.

El deseo que intercambiaremos en estas cuatro plazas, que son ellas mismas otros tantos símbolos, es que la distancia entre los sueños y la cotidianeidad se reduzca cada vez más, pero sin jamás anularse del todo, para que -Crescendo y Cercando- ni el deseo ni la voluntad de soñar nos falte.

Claudio Baglioni

 

 

Lectura adecuada sólo para quien tiene el don del sentido del humor...esto es lo que los italianos llaman la enfermedad de la "baglionitis". ¡Cuidadín si os sentís identificados, porque no hay remedio para este mal!!! :-)))
 

IRONIZANDO

Psicoanálisis del baglioniano:


Auténtico soñador, enamorado del amor, tiende frecuentemente a identificarse con las canciones de Claudio Baglioni.

El Baglioniano es generalmente mujer, informado en temas de comunicación, de buena instrucción y a menudo goza de una discreta posición social. Quizás la suya no es una simple y sana pasión sino que frecuentemente se trata de una verdadera patología crónica. Hablamos del sujeto VÍCTIMA del FANATISMO. La filosofía de vida de Claudio Baglioni es su objeto de adoración sin ni siquiera darse cuenta, porque el baglioniano de pro tiende a percibir la realidad circundante a través de sus canciones y de cada gesto o palabra suyo.

Se llega, así pues, a la deducción de que cualquier pequeña palabra dicha por Claudio asume valores "absolutos" y que quizás el sujeto tiende a sobrevalorar también cualquier frase dicha por decir, del tipo "un día bellísimo entre otros mil y mil y mil días", que puede resultar para él también material para insertar en sus grandes archivos de textos sagrados...

Sin en absoluto la idea de que una perdición mental esté cabalgando a un ritmo velocísimo a través de la mente del sujeto afectado por el "Síndrome de Abaglioniamiento inconsciente" (nota de la traductora: en italiano, "abbagliare" significa "deslumbrar, encandilar"), él se hace repetidamente "daño" con sus canciones más trágicas.

El sujeto afectado por el S.A.I.
[1] comienza así a modificar su propio vocabulario; retoca los saludos, fórmulas de felicitación, subtitula e-mails, haciendo referencia a versos sacados de canciones o expresados directamente por Claudio, como: "”Tutto in un abbraccio, Buona vita, Un abbraccio lungo un sogno, etc.”

Tiene, así pues, que recuperarse del duro shock ante la desafortunada hipótesis de que pueda borrar desgraciadamente un politono de Baglioni de su teléfono...se conocen casos de algunos que han olvidado su propio apellido sustituyéndolo, aparentemente inconsciente, por el apelativo CLAB. En efecto, estos individuos se identifican con su nombre seguido del "apellido" CLAB. Hay en circulación Marioclab, Aleclab, Robyclab y así muchos más...Así que en cierto modo se pueden sentir todos "hermanos y hermanas"...El amor es ciego y esto vale también para quien está "loco perdido" por Claudio B. Hay quien no se duerme si no escucha una de sus canciones últimas; quien ha hecho odiar al "Gran Mago" a su propia pareja a fuerza de escucharlo entre las paredes domésticas; quien intenta "baglionizar" a sus propios hijos; quien en el trabajo es objeto de "persecución" e intolerancia de parte de colegas que consideran al baglioniano un "plasta"...

En ocasiones particulares, como conciertos pero sobre todo radunos, el sujeto afectado por el S.A.I. puede alcanzar la punta máxima del delirio; el solipsismo
[2] envuelve totalmente al baglioniano, que empieza a ver a sus semejantes como presuntos obstáculos de su misión: la de tener un contacto directo, aunque sea mínimo, con el objeto de deseo, Claudio.

Situaciones como cabalgadas locas
[3] a la búsqueda de los sitios en primeras filas, despreocupándose si da codazos o si aplasta en las vallas a otras personas [4] o si tapa la visual del escenario durante el concierto a las filas de detrás con toda clase de pretexto, no son raras [5].

En estas situaciones puede también darse la tendencia del baglioniano a mirar a su "colega" con ánimo competitivo en la búsqueda de un saludo, abrazo, beso, autógrafo, dedicatoria, foto o cualquier "contacto" con el Médico de las Almas, Claudio. El baglioniano que logra esta gesta tiende a menudo a sacar ese tema de discusión para suscitar, aunque no lo admitirá nunca, una cierta forma de envidia...

Una parte de los baglionianos frecuentemente sufre una especie de "depresión" que se manifiesta en una excesiva tendencia a ser nostálgico, melancólico y a considerarse víctima de la "dureza de la vida". Tales sujetos esconden mejor que otros este sufrimiento metiendo la marcha contraria, o sea, sacando todo el patrimonio musical de textos optimistas que tiene a disposición; citan versos de poesías presentes en el álbum "La vita è adesso" que parece ser todavía hoy a 19 años de distancia, el mejor paliativo disponible para la cura del "Mal de vivir".

El baglioniano medio cuando no está afectado por el S.A.I. resulta ser incluso más sensible e indefenso hacia el sufrimiento en general. Es muy sentimental, romántico y digiere con dificultad una desilusión amorosa. Tiene excesos de altruismo que compensa con un sano egoísmo por lo que respecta a la posesión del material RARO inherente a Claudio Baglioni.

El baglioniano equilibrado tiene generalmente altos valores morales que lo hacen maravilloso en un mundo donde reina la inmoralidad y la indiferencia, y sostener cualquier tipo de relación con tales sujetos puede ser muy positivo. En este orden de cosas, son conocidos los casos de algunos individuos que se hacen pasar por "baglionianos" sólo para adquirir la imagen social de grandes soñadores sentimentales. En general el disfraz dura poco porque ser baglioniano es una condición de corazón y no un papel que aprender...
 


[1] Las siglas SAI no tienen nada que ver con una compañía aseguradora.

[2] Solipsismo: en filosofía, la actitud del que niega cualquier existencia fuera de su existencia personal.

[3] El sujeto en este caso puede ser víctima del síndrome de corredor de fondo, por la distancia que recorre entre la entrada y la primera fila.

[4] Quizás estas personas están delante, pero en el momento de la apertura de las puertas se percatan mágicamente de que son como si fuesen los últimos en llegar, viendo que son sobrepasados al límite de lo imposible. En realidad quien lo ignora es sólo uno de los tantos sujetos afectados por el S.A.I. que ha llegado inexplicablemente y no por su voluntad, con retraso y se encuentra en el intento de tener que recuperar la mejor posición posible en la fila que se ha formado entretanto, posición que piensa que le corresponde por derecho.

[5] En efecto parece que el baglioniano en este caso no logra comprender que la siguiente proporción
ETS=ETP es siempre válida. O sea, ¡que Estando Todos Sentados se tiene una VISIBILIDAD DEL ESCENARIO igual a la que se tiene Estando Todos de Pie!!! ¡Lo mismo vale Subiendo Todos a las Sillas!!!!


Psicoanálisis a cargo de Alessandro Trevisani de Torino (de Ancorassieme.net).

 

 

Entrevista a Claudio en la revista semanal "L'espresso" con ocasión de la publicación de su nuevo DVD "Tour Crescendo 2003-04" el día 8 de octubre 2004 (Gracias a Alberto por la traducción).

C.B. es el cincuentón  que te esperas. Cordial, compuesto y profesional. Acepta la rutina de una entrevista sin arrojo ni jactancia mientras que el hecho de hablar de sentimientos le parece un acto debido. Son 30 años los que hace que responde de  ese pequeño gran amor que, para lo bueno o lo malo le ha marcado la vida, de esa camiseta fina que quizás hubiera sido mejor que no dejara imaginarlo todo. Porque  esos versos acertados y afortunados le han hecho célebre y millonario y Baglioni paga  un precio interminable. Incluso hoy, después de las transformaciones del gusto del tiempo, su público se divide en dos partes: los que lo han fijado en la memoria como el autor de una sola canción –convertida, eso sí, en banda sonora para una generación y los que lo siguen en su evolución, en las ausencias y regresos al escenario, con una continuidad y una fidelidad que casi le embaraza.

 

¿Mira a la cara a su público devoto?

Lo miro siempre y a menudo encuentro las mismas caras. Son personas que no están cansadas de vivir como adolescentes, cincuentañeros que están tras la barrera o bajo el escenario,  gritando como si tuvieran 18 años.

 

¿Esto no le inquieta un poco?

No, me hace esperar que el tiempo no hace daño, que se logra no hacerse viejo del todo.

 

¿No le falta la presencia de los jóvenes?

Los hay también y siempre más numerosos. Quizás al inicio tienen 3 ó 4 años y van del brazo de los padres e incluso de los abuelos, quizás contra su voluntad. Luego vuelven de adolescentes, quizás para no herir a sus padres. Pero cuando los veo con 20 años, sé que ya los he conquistado. El cómo no me lo pregunte.

 

¿Por qué no? ¿No se pregunta sobre su trabajo?

Sí,  todavía no lo entiendo. Mi trabajo es un extraño oficio que nunca ha sido completamente un trabajo. Ciertas veces pienso que no he hecho nada para merecerme el  éxito, que todo viene de un gran error colectivo, como cuando toda  una platea se pone en pie para aplaudir a un cantante lírico aunque haya desafinado.

 

Millones de discos vendidos, cientos de miles de personas en sus conciertos y usted, Baglioni ¿tiene problemas de autoestima?

Sí, los tengo. Esporádicamente o, mejor, cíclicamente, pero los conozco bien. Tengo grandes retiros donde me pregunto quién soy y qué he hecho hasta ahora.

 

Una vez llamó a estos momentos “el mal de mí”. Hay quien lo llama depresión.

He usado palabras poéticas, pero el verdadero nombre es ése. Ahora va mejor, pero he tenido años de feroz depresión, casi siempre próximos a los momentos creativos. Bajaba a mi particular “Foso del límite”.

 

¿Cómo salía?

Solo. Rascando el barril hasta que lo descostraba por completo. Nunca he querido la ayuda de un psicoanalista. Me convencía diciéndome: si hay personas que me siguen y me aprecian desde hace 35 años, quizás tengan razón.

 

Usted gira siempre en torno al tema del tiempo: las edades de la vida,  lo viejo y lo nuevo, las desgarradoras canciones sobre la decadencia física. ¿Es este su asilo?

Desde siempre. Creo haber crecido sufriendo el poder del tiempo. Cuando tenia 8 ó 9 años, en casa se escuchaba la radio y cada vez, oyendo la sintonía de “Radiosera”, empezaba a llorar sin saber porqué.

 

¿Lo ha sabido después?

Lo he entendido muy tarde. Era una música dolorosa porque me daba la idea de la retirada: se ha terminado la luz, se han acabado los ojos…

 

¿Está precipitando el tema de la muerte?

¿Por qué no? La vida es una injusticia clamorosa. Te hace hacer mil pruebas y cuando piensas que ya las has superado, te encuentras asumiendo la condición de viejo. Estás allí preguntándote sólo cuánto te queda. Cada tanto vas a ver en el fondo de la lata la fecha de caducidad. No la encuentro, pero sé que está próximo.

 

Bonita imagen pero dirá que se detiene: Usted tiene 53 años y algún decenio por delante.

De hecho sé que estoy en el centro de la vida y estoy siempre excitado por el tiempo que vendrá. Además, como me vino a la cabeza lo de licenciarme en arquitectura a mi edad…

 

Ya ¿cómo se le ha ocurrido hacerse arquitecto? ¿No le bastaba con ser Baglioni?

No me bastaba, como habrá entendido. En los años anteriores yo iba de vez en cuando a hablar a las universidades, cosa que  sucede a bastantes personajes famosos. Pero me sentía extraño, me sentía como Marilyn Monroe cuando iba a Camboya a visitar las tropas. Bastaba que diera un beso a un recluta y parecía que había hecho la guerra.

 

¿Qué quiere decir?

Que no era uno de ellos, que le tocaba solo pero estaba fuera sabiendo lo importante que había sido para mí siempre mi fascinación: la restauración arquitectónica, la recuperación de zonas urbanas. Me sentía incompleto. Luego un rector ha entendido mi deseo y me ha invitado a retomar los exámenes. La licenciatura me ha dado una redención personal.

 

Pero ¿de qué debe redimirse?

No lo sé, por no completar mis estudios interrumpidos. Parecerá extraño pero le aseguro que desde que me he licenciado me prestan una atención que antes ni soñaba. Ahora me llegan  cartas con: “al arquitecto”; antes era solo “al señor”. ¿Quiere saber sobre qué hice la tesis?

 

Sobre el área del Gasómetro de Roma, se ha hablado mucho.

Pero no se sabe el motivo. El Gasómetro, el monumento más alto de Roma tras la cúpula de San Pedro, tiene sus raíces en mi infancia. Cuando iba al mar a Ostia pasábamos por allí y a cada una de mis estúpidas preguntas mi padre respondía que era un cilindro mágico donde el gas estaba preso.

 

¿Esa redención afecta también a su familia?

Quizás sí. Los míos fueron transferidos a Roma de un pueblo de Umbría donde los campesinos hacían lo que podían cuando la tierra no daba nada. Les animaba un deseo enorme de mejorarse. Mi padre hizo la mili con los carabineros y se quedó en el Cuerpo como suboficial. Ahora ha muerto, ha visto durante tantos años mis éxitos pero le hubiera gustado verme arquitecto.

 

¿Es verdad que querría hacer usted los trabajos de restauración de la zona del Gasómetro?

No exageremos ¡me he licenciado hace escasos tres meses! En verdad no me disgustaría participar en un trabajo de grupo. Tengo buenas ideas. He hablado con el alcalde Veltroni que parece interesado.

 

Veltroni se cruza frecuentemente en su vida. ¿No fue él quien le acusó públicamente hace años?

Sí, fue algo sonado. Escribió un artículo en “L´Unitá” en donde decía más o menos: “Quizás estemos equivocados con Baglioni, quizás esos como él no alzan la voz, no están delante de de las Cortes con megáfonos, no son diferentes a nosotros”.

 

¿Sentía merecer esas excusas?

Sí, fueron años difíciles. No entendía el motivo por el cual yo, que siempre había sido de izquierdas, era considerado casi un fascista. En el colegio hacia de moderador entre los del movimiento Social y los maoístas. Terminaba cogiendo cosas de una y otra parte.

 

Quizás esa canción tan ligera en ese tiempo de compromisos…

Sí, un éxito como ése se lleva encima de manera imborrable. Pero con los ojos de hoy puedo asegurar que “Piccolo grande amore” era musicalmente más compleja que ciertos textos herméticos que hago hoy. La verdad de esa hostilidad es otra.

 

¿Cuál?

Yo no era un hijo de papá que se podía permitir romper todo. Era periférico, solo quería conquista el centro. Y esto me hacía diferente. En esos años bellos pero duros, también en la izquierda había tendencias terroristo-fascistas. Hoy, en lo bueno y en lo malo, los jóvenes ya no son así. Se lo dice uno que tiene uno de 22 años.

 

¿Ha sido un buen padre?

Incapaz de tener una relación con el niño pequeño. Me consuelo pensando que las mujeres sienten al hijo carnalmente mientras nosotros debemos pensarlo, imaginarlo. Quizás el hombre se acuerda de tener un hijo cuando empieza a hablarnos un poco como a iguales.

 

No puedo dejarle sin  aclarar una curiosidad fútil. ¿A qué se debe su buen aspecto? ¿es verdad que se ha hecho un lifting?

No y no. Me lo preguntan continuamente y no entiendo la razón.

 

Porque  está completamente liso, intacto, la boca tersa.

Creo que seguiré el consejo de mi madre. Cuando me ve disgustado por estos cotilleos sobre el lifting me dice: “Mándame a esos periodistas, hagámosles ver qué piel y qué boca tiene tu mamá de 86 años. Así pararán”.

 

 

Otro artículo de Claudio en la línea del anterior.

Famiglia Cristiana 18/09/2004
ALMAS PISOTEADAS
de CLAUDIO BAGLIONI


Del 23 al 25 de septiembre, en esta isla a la vanguardia de Europa, algunos de entre los más sensibles artistas italianos darán vida a un momento de reflexión en favor de los nuevos desesperados.

Son hombres, pero de hombres no tienen casi ya nada. No un pasado: dejado a las espaldas por ser invisible. No un presente: esqueletos de cuerpos a la deriva sobre esqueletos de naves. No un futuro: demasiado lejano para muchos, inalcanzable para demasiados. Vagan en el limbo inhóspito de una especie de antecámara del tiempo. En espera de comprender si éste es su primer viaje o será el último.

Lampedusa parece un salvavidas. Un minúsculo salvavidas de roca ocre, blanca y azul, abandonado en el corazón salobre del Mediterráneo. Pequeño, inestable, inadecuado. En un cierto sentido también él abandonado al propio destino en la piel verdeazulada del mar.

Pero para estas almas despreciadas, que naufragan en el mar del vivir, ese salvavidas es todo. Todo en lo que cada naúfrago confía: la salvación. Se puede discutir hasta el infinito sobre el tema de la inmigración clandestina, poniendo el acento de la reflexión de modo sabio ya sobre el término "inmigración" ya sobre "clandestina".

Y ciertamente en un caso o en el otro seguro que encontramos razones capaces de convencer y estar de acuerdo. Pero las razones raramente compensan lo que perdemos y jamás lo restituyen.

"Primum vivere, deinde philosophare" recitaba una mente sabia tan grande que ha tenido la fuerza de llegar hasta nosotros. Y de vivir tienen deseo tanto las almas despreciadas como la gente que vive en estas islas pelágicas, al mismo tiempo -y simbólicamente- punto extremo del Mediterráneo y de la nueva Europa.

No recuerdo quien, en la antigua Atenas, se escandalizaba viendo que nadie había dejado su sitio para que un anciano pudiese sentarse en el estadio. "¿Adónde ha ido a parar la urbanidad?", se preguntaba.

¿Adónde ha ido a parar nuestra civilización, me pregunto, si la gran Europa -alférez de historia, cultura y civilización en todo el mundo- es incapaz de encontrar soluciones a un problema de cuyo nacimiento y dramática explosión no está de ningún modo libre de responsabilidad?

Dar respuesta a los nuevos deseos.

La inmigración es una causa, cierto. Pero, todavia más, efecto. Un efecto del grave desequilibrio mundial en la distribución de la riqueza: un efecto que será seguro causa de nuevos desequilibrios.

Creo, en consecuencia, que seríamos peligrosamente miopes si no nos diésemos cuenta del hecho de que, ya que no hemos sabido evitar el primer desequilibrio, no podemos dejar de intervenir para conjurar los segundos.

La historia de este principio de milenio es historia rica de nuevos fermentos, nuevas energías, nuevas oportunidades. Pero es también historia de nuevos deseos. Deseos que, cuando no son gobernados, producen nuevos conflictos. Es a estos deseos a los que hay que dar respuestas antes de que la planta de la conflictividad crezca y que sus frutos venenosos amenacen equilibrios sociales, desarrollo, estabilidad económica.

El Mediterráneo es desde siempre lugar de grandes preguntas, grandes tensiones, grandes conflictos. Pero es sobre todo lugar de grandes culturas. Culturas que en los momentos importantes han sabido siempre construir, juntas, grandes respuestas.

He aquí el porqué he cogido prestado el saludo de la gente de Lampedusa: O Scià!: "aliento mío, mi respiración", para construir, junto a otros artistas, un momento de reflexión, un espacio abierto importante. No una tierra-de- nadie, sino una-tierra-de-todos, donde encontrarse, conocerse y descubrir cómo las culturas que habitan este mismo mar han sabido y saben encontrar respuestas a los grandes temas con los que el hombre no ha dejado nunca ni dejará de enfrentarse.

La música no posee ni no puede dar respuestas. Pero, como el mar, no separa: une. Un lenguaje universal, que no conoce barreras, confines, muros o prejuicios y que, más que otro lenguaje, puede representar el terreno ideal para una reflexión abierta a los problemas que exigen respuestas compartidas, eficaces, urgentes.

Acercarse aliento con aliento.

Para lograr trazar este camino, algunos de los artistas italianos más atentos y sensibles se han dado cita en Lampedusa del 23 al 25 de septiembre. Para unir respiración con respiración, acercarse aliento a aliento y dar vida a una corriente capaz de emocionar, apasionar, comprometer, pero también interesar.

Un movimiento para reflexionar y hacer reflexionar acerca del papel que estas vanguardias del Mediterráneo tienen hoy y tendrán en el futuro y sobre cómo la historia, cultura y valores que identifican a Italia pueden contribuir al inicio de una nueva época, a la construcción de una nueva perspectiva.
Unidos por la conciencia de que, en un mundo como el nuestro en el que se abre una ventana en Tokyo y cualquiera en Milán se arriesga a una pulmonía, ningún hombre es, ni puede ser, una isla.

 

 

Il Messaggero 17/09/2004
MUCHAS CANCIONES PARA DAR ESPERANZA A LOS ÚLTIMOS
de CLAUDIO BAGLIONI

Cada ultraje es muerte. No son palabras mías. No digo cosas tan elevadas. Las robo al gran Gadda, porque creo que el camino que sugieren es el que debemos de encontrar el coraje de recorrer cuando nos acercamos a un tema tan doloroso como la inmigración clandestina. Un tema frente al cual, antes aún de emitir palabras, debemos ser capaces de estar en silencio. El silencio que sirve para darse cuenta del latido, apenas audible, de un corazón. Pero no el nuestro. El corazón del otro. Hasta que el rádar de nuestra conciencia no sea capaz de percibir ese latido y reconocerle la misma dignidad que pedimos para nosotros, las palabras que digamos no valdrán ni el aire que hemos utilizado para pronunciarlas.

Vista desde el avión, la isla de Lampedusa no es más que un pequeño lunar sobre la piel del mar. Ondea indecisa como una embarcación que no sabe si acercarse o alejarse de las costas de una Europa madre, sí, pero tal vez también madrastra. No sabe si atravesar el "mare nostrum", pasar las columnas de Hércules y tentar la suerte entre las aguas sin confín y sin abrigo del Atlántico. Y quizás, si decidiese emprender el mar adentro no estaría del todo equivocada. Los desembarcos son mucho más que las crónicas del malestar que conllevan o más que aquello que procuran. Más que la contabilidad dolorosa -y, alguna vez, vergonzante- de entradas, acogidas, expulsiones. Más que un tornasol con el que medir el valor de esta o aquella línea, la eficacia de esta o aquella norma. 

Son nombres, ojos, corazones, carne, huesos. Son dolor y esperanza. El ultraje de un pasado incapaz de garantizarles un futuro; la esperanza desesperada de un presente que pueda restituirles el futuro robado. Son el grito de Munch, la masacre de Laoconte, la vergüenza del Adán cazado en el Paraíso terrenal. Pero sobre todo, la imagen más evidente es una democracia  inadecuada para gobernar sociedades cada vez más vastas y complejas, en las cuales religiones, culturas, historias, tradiciones y lenguajes parecen incapaces de encontrarse y capaces sólo de desencontrarse, arriesgándose -cada vez- a encender la chispa y explotar.

Una democracia que corre el riesgo de hacerse el harakiri. Si la mayoría se compone de aquellos que están mejor, mandan los derechos de los más fuertes. La divergencia con los más débiles aumenta cada vez más y las palabras "a quien tiene le será dado, a quien no tiene le será quitado también  lo poco que tiene" parece que toman un significado apocalíptico. No podemos fingir el ignorar que equivocación, razón, responsabilidad, culpa, legalidad, derecho...son palabras que asumen un significado completamente diferente si son pronunciadas en la inviolable serenidad de nuestro salón o en la oscuridad gélida de una noche en alta mar, entre almas despreciadas y esqueletos de hombres que aguantan el aliento en la esperanza de que su viaje sea el primero y no el último.

Para reflexionar sobre todo esto, he pedido a otros hombres de música que bajen a Lampedusa del 23 al 25 de septiembre, para unir sus notas a las mías. Para esta cita he tomado prestado el saludo de la gente de la isla -"O scià!": "mi aliento", "mi respiro"- porque creo que no hay nada más fuerte ni profundo que ser aliento o respiro para con el otro. La esperanza es que estos "alientos" se fundan en un viento capaz de despejar las mentes y los corazones de las nubes que los rodean y ayudar a quien lo debe hacer, a construir un proyecto que garantice el futuro de dignidad de todos cuantos viven en Lampedusa y la dignidad de un futuro a cuantos a Lampedusa se acerquen por mar.

Las canciones -es verdad- no contienen o no pueden dar respuestas. Pero la música es la demostración del hecho de que existen lenguajes y categorías que no conocen confines, barreras, muros y prejuicios. Y es a estos principios universales a quienes debemos confiarnos si queremos de verdad preguntarnos si somos hombres, si queremos comprender qué hacer para hacer un mundo que vuelva a valorar al hombre plenamente y, al mismo tiempo, demostrarnos a nosotros mismos y al mundo que queremos continuar llamándonos hombres también nosotros.

Para conocer más sobre la isla de Lampedusa: http://sicilyweb.com/lampedusa/

 

 

Éste es un articulo escrito por el propio Claudio con ocasión de su visita a Lecce el 1 de agosto de 2004 (gracias a Patrizia):

LECCE- Museo de los Trenes

Trabajaba en la scaletta para esta cita de Lecce -cuya naturaleza tan insólita me lo hace vivir de modo especial-, pero los pensamientos volaban por cuenta de ellos.
No lograba meterles freno.
En el fondo buscaban las razones por las cuales yo, que he amado siempre intensamente el mar, sintiese ahora más fuertemente el misterio y la fascinación del tren. Me parecía una contradicción y no lograba concentrarme.
Despues, sin un motivo particular, me ha venido a la mente la escena de una vieja película en la cual, a la nietecita que le preguntaba qué era más importante si el sol o la luna, Einstein respondía que era más importante la luna: "Porque da luz de noche, mientras el sol lo hace de día: cosa ciertamente más fácil". Ni la escena, ni el tema tenían, evidentemente, ningún punto de contacto con mi cavilar de ese momento, pero la invención de aquella respuesta me ayudó a deshacer el nudo. En el fondo no era tan difícil.
Lo del tren es una fascinación inagotable y aún más fuerte que la del barco, porque el tren es un barco de tierra y navegar la tierra firme es mucho más difícil que hacerlo por mar, como demuestra el hecho de que -mientras el hombre va por el mar desde hace millones de años- ruedas, máquinas de vapor y vagones son una invención claramente más reciente. Es la historia de ese afán, de esta larga lucha por satisfacer el deseo de navegar también la tierra firme, lo que me ha fascinado siempre y que no dejará nunca de hacerlo.
El ingenio, el trabajo, la voluntad y la determinación que son necesarias para domesticar la tierra, para atravesar por arriba (y, a veces, también por abajo) una piel mucho más dura que la del mar con estas ruedas de hierro y coser, con la aguja y el hilo de los cables y traviesas, un punto con otro del planeta, no tienen parangón en la historia del hombre y en su sueño de anular las distancias y conquistar también la frontera imposible: el horizonte. De este sueño, el tren es, al mismo tiempo, la representación más eficaz y más universal.
Todos -al menos alguna vez- gracias a él, en efecto, hemos sido navegantes en tierra y todos hemos dejado que pensamientos y emociones fuesen acunados por su inolvidable "tu-tún tu-tún", al cual ninguno de nosotros sabríamos renunciar. Y, cada vez que veo pasar una de estas cometas luminosas que acarician el vientre de la tierra, surcando un mar de campos, bosques, colinas, casas y calles -con las luces pequeñas y lejanas haciendo de constelación- pienso que, en el fondo, las canciones (cuando lo logran) son un poco eso: nos toman y nos hacen viajar en el mar quizás borrascoso, pero siempre fascinante, del existir y nos acompañan a descubrir algún rincón aún inexplorado de nosotros, de los demás, del tempo que vivimos.
Por eso está bien dejar libres los andenes del corazón para dejarlas pasar y hacernos acunar por su envolvente y, quizás, irrenunciable "tu-tún tu-tún".

CLAUDIO BAGLIONI
 

 

 

Este es el artículo del propio Claudio Baglioni de febrero de 1974:

 

"Pinto la "Camilota" y luego me voy a dar vueltas por el mundo"

de Claudio Baglioni



..."Has desaparecido" "No se te ve desde un año y medio" "Verás que la gente se olvida" "Déjate ver" "El público no sabe de ti"
...Y este estribillo me lo echan en cara repetidamente. Colegas, colaboradores, amigos y consejeros, que se prodigan en el intento de convencerme de que en el mundo de las 7 notas hay reglas fundamentales (de divismo) que respetar. Y, si un día me pasase por la trastienda del cerebro hacerles caso a estos señores, me veréis:

1) En todas los estrenos teatrales y cinematográficos (en primera fila)

2) En la fiesta de la casa de "tal" (nombre importante)

3) En la velada de gala con traje para la ocasión y sonrisa de 24 K.

4) Enmarcado en la pantalla presentando serio serio el producto "tal" (porque "lo uso también yo")

5) Mientras sonrío junto a mi enésima "novia", o huyo enfadado, entre los flashes de los paparazzi, con mi espectacular coche deportivo

6) Posando con 28 trajes diferentes en 28 ángulos preciosos de mi casa

Pero ¿bromeamos?...Pero ¿cómo puedo hacer yo estas cosas?...Yo que no frecuento los nombres importantes, en las veladas de gala me encuentro a disgusto o me duermo, no tengo un traje para la ocasión (tenía smoking y tuve que tirarlo: acabó siendo una camisa de fuerza), ni una sonrisa de 24 K, no cambio de chica al día (ni que fuesen caramelos), no tengo un espectacular coche deportivo, tengo una casa que de valor no tiene realmente nada (excepto a mí). No hay salvación, no estoy cortado a patrón. Y pienso que me traicionaría a mí mismo, a mi vida corriente, a mis amigos, a mis mismas canciones, haciendo el divo-marioneta. Es por esto que, apenas he acabado de componer y grabar mi último álbum "Gira che ti rigira amore bello" (¡y pensar que han pasado ya 10 meses!), he vuelto a hacer las cosas de siempre. Continúo diseñándome los muebles de casa (por ahora sólo una cama, un piano, una mesa y un banco, pero en compensación tengo 36 cojines coloreados que dan mucha alegría y escoliosis), veo de vez en cuando a algún viejo amigo mío del Trastevere (un "ajo, ojo y peperoncino", un vasito de tinto, el chiste último y buenas noches), por la noche leo comics de terror (no me asustan en absoluto, pero me ayudan a dormir), voy al cine si no tengo otra cosa que hacer.

He vuelto a retomar arquitectura, pero la universidad ya no me divierte. Y, bromas aparte, está resultando un problema duro y difícil que no se puede tratar en dos palabras. Tengo miedo de "este arquitecto...no tiene trabajo", así que dentro de poco volveré a escribir canciones.

Hay algo "interesante" previsto. Pero ya hablaremos de ello.

Por ahora gran parte de mi tiempo se lo dedico a la "Camilota". Es un mini-autobús que he comprado porque ya estaba cansado del coche. Quiero dar vueltas por el mundo y para eso lo estoy decorando adecuadamente. Después lo pinto de amarillo y de negro. Justo como la "Camilla", que el año pasado quemé para evitar que terminase en una chatarrería.

Bueno, ahora debo dejarlo porque tengo a Soraya, Brigitte Bardot, Ira Fürstenberg y Marilena Persichetti que me esperan en cuatro iglesias diferentes y yo no me he decidido aún con cuál casarme.

 

 

17 mayo 2004

Comunicado oficial de Claudio al respecto de la Eurocopa de fútbol y, de paso, de la polémica surgida por "Da me a te":

El sueño está siempre ahí. Siempre azul. Siempre más azul. Y, durante un puñado de noches inolvidables, se teñirá de azul también el corazón, subiendo hasta la garganta, aturdido por la "noria" de esas emociones incontenibles, que sólo la Selección logra transmitir. Es así desde más de 100 años, ya, y los próximos campeonatos europeos no harán, seguro, la excepción. No para mí. Vivo esta vigilia con la misma intensidad que sienten todos los tifosos y los apasionados, alimentada, en mi caso, por un escalofrío más: encontrar de nuevo, todavía intacto, el entusiasmo de hace 6 años, cuando recibí el encargo de escribir el himno con ocasión de los 100 años de la Selección.

Es éste, en el fondo, el privilegio más grande para un artista: ser elegido para componer y regalar un racimo de notas que jugadores, técnicos, dirigentes y tifosos puedan cantar juntos para acompañar una espera, festejar una victoria o ayudar a que cualquier pequeña herida cicatrice. Responder a la emoción del gesto deportivo con la emoción de la música, sin ningún otro pago que el gran don de darlo todo por las voces que celebraron aquel gesto. Porque no hay paga más alta que la de poder ser cantor de aquella historia. Una emoción -difícil de encerrar en una palabra- de la que ni las leyes bizarras que gobiernan ciertas singulares elecciones de marketing y sponsor, ni la incomprensión de quien no conoce la historia de mi larga, apasionada y no contaminada amistad con nuestra Selección, podrán nunca privarme.

Esta vez, probablemente, no cantaré junto a los Azzurri, como sucedió en la concentración de Francia, después de su clasificación. Seguiré su aventura de simple tifoso. En casa, con los amigos de siempre, saltando de la silla cada vez que el termómetro de las emociones salte a lo alto y reteniendo el aliento cada vez que la fiebre que suba del campo, lo pida. Pero la intensidad, la pasión, el apoyo por la Selección serán los de siempre y con "Da me a te" quedará, para siempre, mi manera -de artista y de hombre- de decir gracias por lo que la Selección nos ha dado y por lo que aún nos dará, en la esperanza de que, en tierras de Portugal, resplandezca un azul aún más intenso del que colorea ese cielo y da vida a ese océano.

¡Ánimo, campeones!

Alé-oò.

CLAUDIO

 

 

22 abril 2004

De Clubweb (22 abril). Artículo sobre internet.

¿LA MAGLIETTA FINA? MEJOR TOCARLA

 

YO y el Mouse

de Claudio Baglioni

 

Con el pc ha sido amor a primera vista. Una pasión capaz de transformarme en un caballero al galope hacia mundos inexplorados. Con el tiempo, sin embargo, he moderado la andadura: en la vida haces más camino con los pies que a golpes de mouse. Así confieso que si veo en el pc de un amigo un salvapantallas sonrío. Quizás porque veo en él la tentativa, commovedora y un poco grotesca, de humanizar a toda costa la tecnología: convertir el monitor en un marco donde exponer las fotos de familia. Pero estas impresiones no me impiden apreciar el extraordinario potencial del ordenador y de Internet (la única bengala que ilumina nuestro tiempo). Tengo testimonio directo de ello cuando cuento los aficionados a mi web www.baglioni.it: dos millones de fans cada mes. En particular desde el último periodo, desde que es posible explorar una ciudad virtual diseñada por Carmine di Giandomenico, verdadera cajafuerte de los fragmentos más interesantes de mi carrera. Pero si me preguntáis qué es lo que elijo hoy o la navegación en el mar de la Red o una zambullida en aguas no-contaminadas, no tengo dudas: estoy por la segunda opción.
En resumen, la "maglietta fina" de una conocida canción mía es mejor no imaginarla en un chat en la "oscuridad", sino verificar en vivo de qué tejido está hecha.

 

 

3 abril 2004

De la revista Rockstar en su edición de abril:

ME SENTÍA INVISIBLE

de Claudio baglioni


Claudio perdido entre sus pensamientos. "Me acuerdo, sí, yo me acuerdo".

Cantina. Polvo. Paredes que sudan. Olor de moho y aceite de Vespa en un horizonte ámbar de cervezas anónimas y gritos. Techo bajo. Humo que se densifica y llega casi hasta los pies. Pirámides espectrales de restos de otras casas, otras vidas, otras familias, amontonadas, lejanas. Alfombras viejas, mantas apolilladas y cartones de huevos para tapar sonidos: gasas inútiles para una hemorragia que no se puede detener. Rasgaduras en la piel de los tambores, guitarras imposibles de afinar y un bajo que hace vibrar la batería y el edificio. Un 33 revoluciones que ondea en el plato y todos alrededor intentando llegar más lejos con los acordes de una canción, cuya tonalidad de lo que más depende es del humor del giradiscos.

Y esperar el sábado para las pruebas. Y, después del sábado, esperar al idiota del batería, mucho más interesado en aquélla que "a-ti-no-te-hará-caso-nunca" que no en la scaletta para el "concierto" en la fiesta de Luca.

Comenzó así. Como para todos. Con altos y bajos como en las montañas rusas. Y salir de la cantina con las orejas que te silbaban y los pensamientos volando entre la borrachera que da la idea de que el mundo está allí, a un paso, y que basta alargar la mano para cogerlo, y entre el precipicio en el cual te desmoraliza la sospecha de que no sepa ni siquiera que existes y -perspectiva aún más devastadora- de que no lo llegará a saber. Nunca.

Me sentía invisible. Uno que tomaba el color del sofá en el que se sentaba o de la pared en la cual se apoyaba. No me hubieran visto ni si hubiese sido el único ser humano de la habitación, con una flecha luminosa que me señalase y dijese: "¡Claudio está aquí!". La cantina fue útero, larva, fragua. Un ring de cemento y neón, como un hangar donde meter al mismo tiempo las piezas e intentar ver si la música salía de allá donde todos habían fallado: soplar en el conjunto confuso de ojos, nariz y cabello...el aliento de una identidad. La mía. El fin no era el éxito (no sabíamos ni lo que quería decir tener éxito). Era la identidad. Una vez definida, resultaríamos finalmente visibles. La música fue todo esto. No a todos les regala el éxito, es cierto, pero a todos les permite dos cosas: comprender quiénes somos y no estar ya solos. Una deuda que, personalmente, no lograré pagar jamás. "Crescendo" parte de allí. De aquella cantina. De emociones desconocidas y salvajes que intentas cabalgar y domesticar, pero te tiran al suelo. Una, diez, cien veces. Y una, diez, cien veces vuelves a montar en la silla. Parte de la rabia de lo que no eres y del deseo que, desde dentro, te grita que debes decidirte a conseguirlo.

El resto lo conocéis. La historia se dispara arriba de prisa, como una fricción que se para de repente. Una rueda arriba y otra abajo. Y tú en medio, entre algo que busca tirarte de ahí y algo que te tiene clavado al asfalto de la vida. Han pasado 37 años desde entonces, de una periferia pasoliniana que no quería (y de la cual era cordialmente correspondido) y de un mundo en blanco y negro que parece a años luz y que, sin embargo, te mete entre pecho y espalda las mismas preguntas. Preguntas a las cuales no logras dar respuestas convincentes ni siquiera "Crescendo".

He aquí el porqué de este tour y el porqué de este escenario. Porque la casa somos nosotros. A cada piso, una época y en cada habitación las cosas que llevamos detrás.
Cosas que queremos tener alrededor (un disco, un libro, una foto, un objeto inútil recogido de quién sabe dónde, al cual no sabemos renunciar), porque hablan de nosotros y porque, sin ellos, nos faltaría algo. No sólo algo del tiempo que ya no existe, sino verdaderamente una parte de nosotros: piel, huesos, nervios, corazón, dientes, pelo.
He aquí el porqué de una "cantina" -desnuda y áspera bajo los mismos neones de entonces- en donde reencontrar las razones de ciertas elecciones y la energía que aquellas razones y aquellas elecciones te hacen todavía ir adelante; un "cuarto de estar", donde aquellas energías se recogen y se exprimen, en el lento trabajo de construcción de sí, de los propios pensamientos, de las palabras y de las notas que se recopilan a través del camino; una "terraza" desde la cual, como en una eterna noche de Fin de año, se va al encuentro del tiempo que viene, entre la tensión y los escalofríos que acompañan cada vigilia; hasta la adrenalina pura del puro show, que parte (casi dos horas y media desde el inicio del concierto) en el momento en que la casa de Crescendo se despoja de todo y se queda desnuda, como debe ser un escenario.

Y cuando también el eco de la última nota ha abandonado el palacio de deportes y todo lo que queda bajo el hielo de las luces es el estrépito de quien trabaja desmontando el palco, para empaquetarlo y mandarlo a la estación de Correos de la próxima ciudad, sé que no lograré nunca saldar el débito contraído en aquella cantina. Quizás es por esto que, después de todos estos años, continuo escribiendo canciones y haciendo conciertos: para intentar devolver todo lo que la música me ha dado y demostrarle al menos, que si alguna vez la he desilusionado, ella no lo ha hecho jamás.

CLAUDIO BAGLIONI

 

 

29 marzo 2004

De Il Gazzettino 29/03/2004:

PADUA. Commoción en casa de los Manzella durante la visita del divo que recuerda: "Todo el palacio de deportes te ha aplaudido y te saluda". Baglioni regala una sonrisa a Alessandro. El cantante va a visitar al discapacitado que está ayudando con la recogida de fondos y toca para él "E tu" y "Avrai".

"Dos lagos gemelos, verdes como los lagos de montaña, fijan un punto en el vacío. Son los ojos de Alessandro. Y de los labios sale un sonido, con fatiga, como emergiendo de la profundidad de un sufrimiento que nadie hasta ahora había compartido. Son las palabras de una canción de amor. Cerca de la cama hay un hombre de pelo blanco. Abraza una guitarra y secunda aquel aliento, pausando los acordes, con un hilo de voz. Cantan juntos "Questo piccolo grande amore". Él, hombre de estadios, y el otro, un pequeño gran hombre de 27 años, inmóvil como una piedra, que piensa y sabe todavía sonreir.

Aunque aquella infección de hace 15 años le ha destruido la médula y lo ha dejado paralizado y ciego.

Era un chico como tantos. Hubiera bastado un antibiótico para curarlo. No se lo daron. Él y su familia han buscando justicia en vano. El error de un abogado en los procedimientos le han hecho perder la causa a Alessandro Manzella contra la Sai, que defendía al hospital. Pero algo ha sucedido. El caso fue llevado a la tv, al show de Maurizio Costanzo, y la Sai decidió esponsorizar seis conciertos de Baglioni, que a su vez devolverá la cifra: cerca de 500.000 euros a Alessandro Manzella.

No se habían encontrado nunca. Sucedió ayer poco después de las 4 y media de la tarde. Baglioni, en Padua para dos conciertos, se lo había prometido.

Alessandro esperaba a su ídolo en la cama de la pequeña casa donde vive con sus padres. Vestido con una camiseta azul con un autógrafo del músico que le hizo a su enfermera. Entre los dos ha habido inmeditamente acuerdo. "Me ha hecho un regalo que no me habría esperado jamás, esta es una jornada diferente para mí" explica Alessandro, volviendo el cuello para buscarlo. Y el otro, acariciándole la espalda: "Te llevo los saludos de muchos chicos que ayer en el palacio de deportes te han aplaudido".

Baglioni se sienta en una silla junto a la cama y le pregunta cuál es su canción preferida: "E tu". "Dadme la guitarra que está en el coche". Y comienza una dulcísima serenata con Claudio que se excusa: "Perdóname si la canto mal" y Alessandro que la canta para si, pero entre los dientes se ve que le salen las palabras. Su madre Annamaria llora de la emoción, no puede hacer otra cosa. Su padre Antonio lo mira emocionado.

Alessandro suspira: "Eres grande" y Claudio responde: "No, somos todos mediocres, eres tú quien nos haces sentir grandes y das valor al trabajo que hago". "Espero que en tus conciertos te vaya siempre muy bien, se pueden contar con los dedos de una mano las personas de corazón como tú", pronuncia con fatiga Alessandro. Pero es hora de otra canción, "Avrai", con un aplauso especial. Alessandro no mueve ni un músculo pero bate las palmas chocando la lengua...

Se quedan un poco solos, hablando: toman tímidamente confianza.
Alessandro tiene una carta que darle a Claudio que lo anima: "Ahora no estarás más solo, yo te hago de escudero". "Bueno, podré ser como Alejandro Magno" rie el otro. Existe el momento también para un milagro, esta vez es él el que canta, con voz ronca, en una llamarada de aliento que parece que se va a partir. El divo lo acompaña y los dos al final aplauden, obviamente haciendo chocar la lengua. Se dejan, no sin antes una promesa: "Esta noche antes del concierto te llamo".
Fuera, pancartas y escritos ensalzando a Claudio.
Pero ganan aquellos lagos gemelos para siempre en nuestros ojos"
.

 

 

13 marzo 2004

De El Siglo XIX 13/03/2004:

"¿GÉNOVA PARA MÍ? SIEMPRE UN ESTRENO"

 por CLAUDIO BAGLIONI

Hay un vínculo importante, mucho más profundo de lo que parece, entre mi historia de hombre y artista, este afortunadísimo "crescendo" y esta ciudad.

Un hilo rojo. Doble. No sólo, en efecto, justo desde aquí partía aquella extraordinaria "nouvelle vogue" que daba -de hecho- origen a la canción de autor italiana, sino el hecho mismo de que yo haya decidido abrazar una guitarra y dedicarme a este extraño oficio tiene de algún modo que ver con el deseo de tocar las canciones de un cierto Fabrizio -vuestro inolvidable conciudadano-, del cual he heredado el deseo de contar la vida como si la divisara desde la proa ondeante de una canción.

He aquí porqué para mí, Génova no es nunca una repetición sino siempre un estreno. También en este caso que de repetición, efectivamente, se trata, visto que después de pocos meses vuelvo, como se dice, al "lugar del delito". Me refiero a aquel infortunio organizativo que intentó -pero sin lograrlo- estropearnos la fiesta el pasado octubre.

Pero el lunes próximo en el Mazda Palace no se tratará tanto de saldar la cuenta contractual de aquella noche con la pasión (y la paciencia) de la gente de Génova, sino de repetir un placer y renovar una emoción. El placer y la emoción de estar aquí, en ésta que no sólo es capital europea de la cultura sino que también es una verdadera capital internacional de la fascinación.

Aquí todo es poesía: de la manera en la que este pesebre metropolitano desciende de la montaña al rompeolas, donde reúne al gentío como una flota cuando va a partir al mar; a la increíble paleta de colores de las casas de aquí, que en todo el mundo son desde siempre sinónimo de Liguria; hasta el sonido espeso de una lengua en cuyas palabras la música es de casa, como ábrego en estas callejas, una lengua cargada de una tormentosa "melancolía" que, igual como esta tierra robada a los montes y al mar, arrebata y jamás abandona. Por esto las emociones adquieren una filigrama particular cuando la casa de "Crescendo" puede reflejarse en este mar y abrir sus puertas a contar y hospedar historias.

Las historias de estos 35 años de música muchos de los cuales transcurridos "creciendo" juntos. 35 años narrados a través de este insólito escenario que es al mismo tiempo escena y símbolo de un inédito viaje en la memoria, en el presente y también en el futuro. Un viaje que parte de las emociones ásperas e intensas de la "cantina" en la cual, con los amigos del principio, intentábamos ver si la música podía de verdad ser el pasaporte para el futuro; que pasa por el "cuarto de estar" de la madurez, donde se cumple el lento y fatigoso trabajo de construcción de un lenguaje más intenso, más íntimo, más personal; que sube hasta la "terraza" sobre la cual uno se recoge para escuchar vibrar las incontenibles emociones que acompañan cada vigilia, como en un interminable fin de año; hasta el escenario real y propiamente dicho sobre el cual -a casi dos horas y media desde el inicio del concierto- empieza el show: simple y desnudo como simples y desnudas son a menudo las emociones más grandes. Un viaje en el cual, noche tras noche, te das cuenta de que la calidad más importante son los compañeros de camino y la emoción más fuerte es toda, en el mágico cortocircuito que se crea cuando la música que baja del escenario encuentra la que sube del Palacio de Deportes y te das cuenta de que actores y espectadores han unido su porción de sueño para dar vida a un sueño más grande.

Es éste el cortocircuito al que intentaremos dar vida el lunes por la noche en la esperanza de intercambiar con cada uno de vosotros la emoción y la pasión que nos dáis, y sentir que intercambiando palabras, notas y pensamientos, estamos aún una vez más "creciendo". Juntos.

 

 

5 marzo 2004

De Il Giorno 5/03/2004
 

LA ENTREVISTA (por Sandro Neri) - CLAUDIO BAGLIONI TODAVÍA DE GIRA

"SOLO NOSOTROS LOS ARTISTAS MÁS FAMOSOS, SI NOS UNIMOS, PODEMOS SALVAR LA MÚSICA"


Milán - Él, al Festival ha ido sólo una vez y solamente para recoger un premio. Pero, de todos modos, no ha resistido, la otra noche, la tentación de enchufar la tv:

"Tenía curiosidad -confiesa C. Baglioni- y he visto Sanremo durante algunos minutos. No mucho, en realidad, porque aquella noche, que no tenía actuación, debía trabajar en cosas técnicas de mi nuevo espectáculo".

Lo que se ve en el tour "Crescendo", el segundo megaconcierto de esta noche en Milán, sobre el escenario del Forum, mañana en Varese, martes y miércoles en el Palasport de Florencia y el 12 en Módena, es un Baglioni en gran forma, totalmente orgulloso de encontrarse con su público, pero también crítico respecto al mundo de la discografía. Y Sanremo, deja entender, no es más que espejo de la crisis que rodea la música ligera.

"Aunque esta edición del Festival es un poco diferente, -explica- parece animada, siempre por razones fuera de la música. Se le suele ver porque es una tradición. Como Fin de año".

-Usted en 35 años de carrera no ha ido nunca. ¿porqué ese distanciamiento del Festival?

"Mi primer concurso de voces nuevas, en el barrio de Centocelle en Roma, estaba dedicado a San Felice: un santo de serie B que no he querido nunca traicionar. En el 1985 fui invitado y en el 1997, el año de Fabio Fazio, se me pidió incluso que lo presentara. Hoy ir a Sanremo sería poco influyente para quien, como yo, tiene una vieja relación con el público. Me parecería una pérdida de tiempo, sin embargo..."

-¿Sin embargo?

"Sin embargo daría una idea para renovarlo. Quisiera un Festival con una competición interna pero abierto a las retrospectivas. Como los más célebres festivales cinematográficos. Ensanchar los contenidos podría ser la base para cambiar Sanremo. En un contexto así podría incluso pensar ir".

-¿Alguna vez ha pensado en la forma de salir de la crisis que afecta a la música?

"La primera vez, empecé a ocuparme en 1979, en los tiempos de E tu come stai?. Esperaba que naciese una discografía nueva. No sucedió y pienso que si hoy tuviese que proponer un disco con otro nombre, los discográficos lo rechazarían. Mi idea es que les toca a los artistas, a los más famosos, aliarse y ayudar a la música. Produciendo nuevos artistas, dando ellos el soporte preciso, incluso psicológico, y creando nuevos festivales para sostener sus propias iniciativas".

-¿Usted ha vivido una crisis en el plano profesional?

"Sí, en 1985. Vivía la fatiga de ser personaje público. Y, como artista, estaba a disgusto trabajando en espacios mal diseñados, con el público colocado lejos del escenario y poco respetado por los organizadores de los conciertos. He estado tentado de eclipsarme, siguiendo las huellas de Mina y Battisti. Comportamientos de soberbia que hoy me hacen reír. Para mi fortuna, después sentí el deseo de volver a hacer conciertos. El calendario de este tour ha doblado prácticamente las fechas una vez ya iniciado".

-Entre los cantautores es el momento del musical. Después de Cocciante, también Dalla y Branduardi se han lanzado a la aventura. ¿No era un viejo sueño suyo?

"Desde 1971, desde los tiempos de QPGA, escribo musical. O cuanto menos discos que se prestan a ello. El musical, es verdad, es un viejo sueño destinado sin embargo a permanecer como tal. En compensación, mi nuevo espectáculo "Crescendo" es un poco el musical de mi vida: están todas mis canciones y el relato de 35 años de carrera con la ayuda de una gran máquina teatral".

-Un album suyo se llama "Attori e Spettatori". ¿Cuál ha sido la última vez que ha sido espectador?

"En el concierto de Peter Gabriel en Ancona. Un artista que he conocido personalmente y con el cual he trabajado también, colaborando en el proyecto "Passion", banda sonora de la película "La última tentación de Cristo".

 

 

3 marzo 2004

De Il Corriere della sera 3/03/2004

MELODÍAS: EL POPULAR ARTISTA HABLA DE LA RELACIÓN ENTRE POESÍA Y CANCIONES

"Dylan y Simon merecerían un Nobel especial"

por CLAUDIO BAGLIONI

No sé lo que es la poesía ni cuál es el ingrediente milagroso, la especia misteriosa o el particular -y bastante raro- alineamiento de los planetas corazón-sentidos-cerebro, capaz de transformar en poesía una palabra o una nota (o todas juntas), como también un gesto, una mirada, una sonrisa, un lugar del espacio o del tiempo. No lo sé y creo que si millares de años de preguntas no han logrado alumbrar "La respuesta" ni tan siquiera acercarse a la solución, probablemente significa que se trata de una de aquellas preguntas destinadas a permanecer sin respuesta. O más: una de aquellas cuestiones cuyo valor no está en conducirnos a una respuesta sino en no agotar jamás el signo de interrrogación (y por tanto la carga creativa) y no saciar nuestro deseo de búsqueda, nuestro deseo de comprender. Un misterio cuya fascinación reside en permanecer como tal; uno de estos viajes cuyo valor no está en alcanzar la meta, sino en viajar.

La relación entre música y poesía está entre las más difíciles de indagar. Y también circunscribiendo el campo de la reflexión a aquel fragmento del universo-música que más frecuento -la canción popular-, no es fácil decir lo que es o no es la poesía o, incluso antes, si esta forma-canción ha sido alguna vez (o se ha acercado alguna ver a la) poesía y, si sí, por mérito o culpa de quién. Confieso que nunca me ha gustado aquella visión (muy en boga en los años setenta, pero aún hoy no completamente superada) que pretendía descomponer la canción en dos compartimentos estancos -texto y melodía- y valorar las partes, no el conjunto. De vez en cuando, se tiraba por tierra la melodía sin el apoyo de un texto sensato o un texto rico en significado, pero culpable de viajar en compañia de una melodía hasta demasiado "fácil". Así como no sabría decir hasta qué punto tiene sentido proponer para el Nobel de la Literatura a autores como Bob Dylan o Paul Simon (y la lista es mucho más larga), que merecerían, si existiese, el de la canción de autor.

La canción es como una moneda. Las dos caras están indisolublemente unidas una a la otra. Si alguna vez separáramos y elimináramos una, no perderíamos la mitad, sino el valor entero de la moneda.

Texto y música nacen para vivir juntos y, cualquiera que sea el destino -feliz o infeliz- que los una, deben ser oídos y "juzgados" juntos. Más bien por el conjunto que generan. En efecto, al resultar canciones, texto y música pierden su identidad originaria. Abandonan la "familia de origen" y asumen una nueva naturaleza cuyo valor ya no es el mismo que cuando eran letras y notas por separado en su vida precedente. Nueva identidad y nuevo sentido, y no es raro el caso en el que palabras y notas que, separadamente, cansaban y no apasionaban, logran, viceversa, suscitar las emociones más intensas que un hombre reconozca. No tiene mucho sentido, así pues, establecer el "peso" de una canción (o su "poesividad") atribuyendo un valor al texto y uno a la melodía, para después calcular "el área", guiados, quizás, por aquel mismo espíritu de geometría que inspiraba al iluminado director del colegio de "L'attimo fuggente" (en italiano; en España se llamó "El club de los poetas muertos").

No "las mejores palabras en su mejor orden" adaptadas a la mejor melodía , sino la mejor fusión entre melodía y texto. Fusión de medida, de verso, de léxico, de sentido, de "sonido". También aquí, separando los principales elementos estructurales, poesía y música difieren profundamente, como platos diversos combinados en torno a muchísimos ingredientes, esencialmente por el hecho de que diferentes son su naturaleza y su función, como diferentes los colores en los que su luz se descompone atravesando el prisma de la conciencia del hombre.

No sé lo que es poesía -escribía al inicio- pero sé lo que sería la vida sin poesía, reducida a la mecánica que une tendones, músculos, huesos, corazón, nervios y pulmones.

Amo la poesía -cualquiera que sea la forma que elija para manifestarse- porque creo que es, para la vida, lo que el alma para el cuerpo: los "21 gramos" que dan sentido al resto. A todo el resto, aunque a veces tengo la tentación de pensar que para ella vale también la diferencia que hay entre estrellas y constelaciones: las estrellas existen por sí mismas, las constelaciones solo en los ojos del hombre. Sea lo que sea, música y poesía comparten, sin duda, el hecho de representar uno de los más fascinantes (e insondables) misterios que unen, como pocas otras cosas, otros dos misterios (también insondables y fascinantes): al hombre que da y al que recibe poesía.

Y sólo eso nos debe bastar.

 

 

26 febrero 2004

De "Il Messagero" de Roma.

35 AÑOS DE AMOR CON ROMA. ¡PERO QUÉ EMOCIÓN AHORA QUE VUELVO AQUÍ!
                                              

por CLAUDIO BAGLIONI


La siento desde hace tiempo, como un viento impetuoso que sube desde el mar y lleva el perfume de otra estación. Cada vez que me acerco, se hace más fuerte. Aturde. Embriaga. Confunde. Intento controlarla pero no existe correa que pueda detenerla. Huye de mi mano y se va, como un caballo que rompe la atadura y corre, libre, por una llanura infinita.

Es la emoción que siento por estar aquí, en la ciudad a la que le debo el ser la persona que soy: hombre y músico. Una fiebre para la que no existe vacuna ni terapia. Se aplaca, a veces, pero no pasa jamás. Se incuba dentro, mientras se acerca el momento de un nuevo encuentro y sube a las estrellas cuando, finalmente, llega la vigilia.

Entonces me digo que son ya 35 años que convivo con esta maravillosa "enfermedad", que debería haberme acostumbrado a ella y que, como se dice en el deporte, jugar en casa es siempre una ventaja.
Pero no es así. Cada vez el escalofrío agrede, la emoción aturde y te das cuenta que la fiebre que pensabas pasada no sólo está aún ahí, sino que está incluso creciendo. Y esta vez los síntomas son aún más fuertes. Quizás porque finalmente he encontrado el coraje de llevar al centro de esta maravillosa casa milenaria, que nos acuna entre sus brazos de madre y amante, mi pequeña casa, en la que he cocinado al mismo tiempo, las palabras y las notas que he recogido por el camino. Y he abierto sus puertas y hecho entrar a todos los que aquellas palabras y notas han regalado (así como lo han hecho conmigo) un pequeño cristal de emoción.

"Crescendo" es exáctamente esto: la casa de estos 35 años de música, aquel minúsculo fragmento de universo en el cual habita el hombre que lleva mi cara, responde a mi nombre e intenta encontrar la ruta que une el continente-hombre a la isla-artista y ambos dos, al borrascoso océano del tiempo que habitamos.
No es casualidad el sentido de este proyecto que, al principio, no pretendía más de 30 fechas y que, gracias a la pasión y al afecto de todos vosotros, ha superado ya la boya de las 50 fechas y parece destinado a crecer todavía justamente en este escenario/casa al mismo tiempo, símbolo y teatro de las estaciones en las cuales esta pequeña historia se representa. Cuatro pisos, uno por cada uno de los momentos importantes que destacan en este "Crescendo": la energía desordenada y agresiva de la "cantina", donde se respiran emociones indescriptibles pero intensísimas, de los inicios; el "cuarto de estar" de la madurez, en el cual se consuma el lento trabajo de reflexión y contrucción de las atmósferas; la "terraza" sobre la cual transcurren muchas noches de insomnio que acompañan la vigilia de cada gran día y el "escenario" verdadero y concreto, donde se libera toda la adrenalina del show. Pero "Crescendo" en el fondo es también un viaje.

Viaje al pasado, presente y futuro. Pasado, presente y futuro indisolublemente ligados a esta ciudad, a los lugares (algunos de los cuales permanecen atrapados en alguna canción) que me han visto o me ven apasionado "pasante" y también a las personas, a los compañeros de camino, que son la calidad más importante de cada viaje, aún más que la propia meta. Y también en esto Roma no desilusiona. Nunca. Por esto "Crescendo" no es sólo la pequeña historia de mi caso particular, sino la historia de un crecimiento común, del mágico cortocircuito que nos une a través del hilo invisible, pero fuerte como ningún otro, de las palabras y de las notas que tienen el poder de hacer crecer en nosotros las emociones y mantener en ellas inalterado el reclamo, fascinación, sabor y sentido para siempre.

El mismo cortocircuito al cual, confío, lograremos darle vida juntos en las 3 noches de notas del Palalottomatica, con la esperanza de restituir a todos vosotros al menos una pequeña parte de la pasión y emoción que vosotros me dáis a mí y con el deseo de que a través de vuestro camino, pasión y emoción no falten nunca y que el ansia de soñar esté siempre en casa, así como me siento de casa yo cada vez que puedo compartir una noche de notas con vosotros, en esta increible casa común.
"Creciendo", una vez más, juntos.

 

 

12/02/2004 La Repubblica

VIAJE A PATAPÁN, CIUDAD VIRTUAL DE BAGLIONI

Roma: ¿Se puede intentar hacer un Coloso en Internet? Baglioni, no nuevo en experimentos faraónicos, lo está provando. Desde mañana, en la red, en www.patapan.it, que se encuentra en el personalizado sitio del cantante, ya habitual incluso para los principiantes (por otra parte ¿quién no tiene un sitio hoy en día?), los fans del cantautor encontrarán una entera ciudad virtual.
Se llama Patapán, como una canción del último álbum, y contiene todo, incluso todo lo que se puede esperar de una ciudad: estación, museo, discoteca, aeropuerto, bar, parque de atracciones, un castillo, una playa con una isla enfrente (las citas a las canciones de Baglioni son multitud) y hasta una prisión.
¿Cómo se ha hecho un esfuerzo tan grande para una web? "No era indispensable, es obvio", cuenta Baglioni en una pausa del tour que está llevando desde noviembre y que del 26 al 28 llegará a Roma. "El sitio que ya existe tiene un número impresionante de entradas. Funcionaba muy bien así como estaba, pero siempre existe el deseo de construir algo más, de ir adelante".
Al primer clik, la pantalla se llena con un mapa que divide la ciudad en 5 zonas, orientadas según los puntos cardinales. Si entramos en una de ellas, se nos presenta una animación (todos los dibujos son de Carmine Di Giandomenico), un comic denso en referencias futuristas, entre el estilo Marvel y el futurismo cinematográfico, y otras tantas zonas clikables a las cuales se puede acceder si lo deseas. En total hay 50 lugares. Son los necesarios para organizar, catalogar y ordenar la enorme masa de material que forma parte de la biografía Baglioni.
Hay de todo, conciertos, textos y documentos de toda clase. Si entramos en el cine hay grabaciones y también ocasionales incursiones en películas, algunas verdaderas rarezas antiguas como la aparición en un film de 1972 llamado "Hipótesis sobre la desaparición de un físico atómico". Si por el contrario entramos en la televisión, descubrimos grabaciones prehistóricas, cosas cómicas y hasta embarazantes. Baglioni comenta sarcástico: "Quizás hemos exagerado, ¿había necesidad en serio de meterlo todo" dice bromeando al staff que ha organizado el trabajo. Hay fotos de él a los 20 años con gafas gordas y largas melenas, una secuencia fotográfica en la que un jovencísimo Baglioni en la cocina simula la fabricación de un disco, grabaciones televisivas que parecen venir de otro planeta. "Bromas aparte, para mí es una verdadera experiencia", continua Baglioni, "en el sentido que ahora ver allí presente lo que he hecho y cantado en tantos años da una cierta impresión, no se puede eludir como se hace con la memoria personal, que obviamente selecciona, nos cuenta las cosas en modo subjetivo. En la ciudad hay verdaderamente de todo y aquello que falta será añadido gradualmente, como un gran "trabajo en progreso". Es la misma dedicación con la que hago mis espectáculos, también el concierto está construido en el sentido del tiempo y la memoria, con un palco que parece una casa, desde la cantina hasta el techo, recorriendo las diversas fases de mi historia".
En el proyecto han trabajado durante más de un año Guido Tognetti y Claudio Casarelli, conduciendo un equipo que ha montado la ciudad y la ha llenado de contenidos. Hay un quiosco incluso una oficina de reclamaciones para quien quiera sugerir cambios o lamentarse de lo que no le gusta. Siguiendo la linea interactiva típica del medio, el sitio ofrece una zona también para lo que los fans le han hecho o enviado a su ídolo: dibujos, poesías y muchas cosas. El nombre de la ciudad está unido a una canción particular, que Baglioni no canta nunca en concierto: "Como la ciudad virtual, la canción evoca un viaje fantástico, a mitad entre memoria y sueño, que puede unir para siempre a un padre y a un hijo". La alusión es a su padre desaparecido hace poco. El sitio será activo desde mañana, el día del cumpleaños del padre: "Ha sucedido casualmente, pero debo decir que en verdad este detalle me ha gustado mucho".
 

 

REVISTA DEL CLAB (2000)

Reflexiones de Claudio sobre el "Viaggiatore" 

 

Larga reflexión de Claudio sobre el Viaggiatore (año 2000). Creo que el que pregunta es el mismo que el que contesta. No hay cita alguna de quién le hace la entrevista. Sacado de una revista del Clab.

- La sensación que se respira escuchando con atención tu disco es que este álbum no es sólo un proyecto para escuchar, sino un disco para “ver”.

- Estoy contento de que ésta sea la sensación que se perciba cuando uno se acerca al “Viaggiatore sulla coda del tempo” porque significa que el empeño de imaginación y de realización no ha sido vano y que, ante una lectura atenta, el sentido total del proyecto emerge. La verdad es que no he pensado nunca en este álbum como un simple collage de canciones. No era éste mi objetivo. Buscaba algo más: un conjunto que no fuese sólo para escuchar, sino –diría- para percibir.

Desde cuando –hace un par de años- el proyecto comenzó a tomar forma dentro de mí, me di cuenta de que la dimensión álbum no era suficiente para contener y dar forma a lo que tenía en mente. Sentía el deseo de un espacio más amplio, más profundo, más articulado, en el cual, cierto, que estuviese presente también el disco tradicional pero no como un conjunto sino como parte de un conjunto. Esperaba lograr dar vida a un universo en el cual las imágenes, palabras, signos, símbolos y sonidos se encontrasen y se fundiesen para formar un producto con diversos niveles de lectura. Un proyecto que uniese a la inmediatez y a la energía del lenguaje de las canciones, la capacidad de despertar la curiosidad y de interesar, obligar a no quedarse en la superficie sino a excavar en busca del punto en el cual ciertas sugestiones, ciertas atmósferas, ciertas provocaciones están en disposición de motivarnos. No sé si lo he logrado, no me corresponde decirlo a mí, pero la ambición –hay una en cada proyecto- era la de que a poco que uno entre en contacto con el “Viaggiatore” resulte él mismo viajero y parta hacia aquel viaje interior o físico, ideal o real,  del cual este álbum no puede más que constituir la primera parte, la premisa, el presupuesto: el resto debe acontecer en los ojos, en los pensamientos y en las palabras de quien mira, quien escucha, quien lee, quien se enfrenta y se relaciona con este trabajo.

- Dar brillo a un sueño: una expresión que nos hace comprender que es tangible desear algo que a menudo existe tan sólo en nuestra mente pero que, de repente, resulta real, presente, físico hasta el punto de desear lustrarlo...

- Dar brillo a un sueño es una expresión de la cual he sentido el reclamo, desde el inicio, muy fuerte. La fuerza evocadora. La imagen que tenía era la del protagonista de nuestra historia –un hombre normal, ciertamente no un héroe- que, cada noche, desciende a su hangar (un lugar simbólico: podría ser el garaje, nuestra habitación o incluso el cajón en el que guardamos las cosas que más queremos y, entre éstas, el medio –cualquiera sea, astronave o bicicleta, moto o barco, avión o monopatín- con el cual deseamos partir). Dar brillo a un sueño es exactamente eso: no perderlo nunca de vista, cuidarlo, controlar que todo está en orden y tenerlo siempre con el motor encendido para que cuando llegue el momento de partir, se esté en condición de marchar.

Y después, siempre he pensado que el sueño es un componente concreto, incluso físico, de la existencia. Y no sólo por la cantidad de tiempo que pasamos soñando (cosa que, si lo pensamos bien, no sucede sólo durante el sueño), sino por el papel que los sueños tienen en nuestra vida y por cómo nos condicionan -positiva o negativamente- ya cuando decidimos llevarlos a término, como cuando preferimos no escucharlos y darles la espalda. Pero los sueños no nos atañen sólo individualmente. Basta echar una mirada atrás para comprender que son ellos el verdadero motor de la historia. Son, sobre todo, los grandes sueños, efectivamente, los que hacen dar al hombre esos pequeños pasos adelante de los que es capaz.

-Una mujer de nombre “Domani”. Una presencia misteriosa que nos lleva a través de un mundo fantástico, en cualquier caso de fábula, y que nos reconduce a la protagonista de aquella canción: “Le vie dei colori”, en la cual el protagonista partía dejando a la propia compañera...

-En efecto, hay una afinidad de situación aunque la naturaleza y las etapas del viaje son diferentes. He dicho a menudo que “Viaggiatore sulla coda del tempo” es el capítulo final de una trilogía ideal que une mis últimos álbumes. Si “Oltre” representaba la vuelta a los orígenes y era esencialmente un disco con la mirada vuelta al pasado, a la búsqueda de las raíces, si “Io sono qui” metía en música la comedia del presente, este último álbum mira adelante, intentando comprender qué somos de verdad y qué de nosotros llevaremos hacia aquel gran punto de interrogación que llamamos futuro.

“Domani” es la co-protagonista de esta búsqueda y es, al mismo tiempo, el punto de partida (es de ella de la que el Viajero se despide al partir) y el punto de llegada, un punto de llegada que, sin embargo, el Viajero no alcanzará nunca. “Domani” es sobre todo futuro, ideal para alcanzar, aquello a lo que se tiende. Y aquello a lo que se tiende está siempre un paso delante de nosotros. Hay siempre una distancia, como una tierra de nadie, que separa nuestros deseos, de la cotidianeidad.

Y es una distancia que no podemos llenar ni anular. Pero es una distancia que no se debe entender en sentido negativo, al contrario: es verdaderamente ella el motor, el carburante, la ruta y también la razón misma de nuestro viajar.

Pensándolo bien, en efecto, es esta distancia el motivo para rellenar de nosotros mismos este contenedor vacío que es el tiempo, del cual somos nosotros el elemento más importante: el contenido.

-En estos años la música ha atravesado períodos difíciles, a menudo las canciones han tenido una vida y un papel diferente de aquél de los años 60/70, cuando muy a menudo mostraban un valor, un nexo, un contenido, que, en los últimos años, parecía haber dejado el sitio a una mayor linealidad, simplicidad o ligereza. Este álbum marca un retorno al disco “concept”, típico de aquellos años ya lejanos. Un itinerario que de algún modo nos lleva a la estructura de álbum-historia como “Questo piccolo grande amore” o “Gira che ti rigira amore bello”...

-Lo decía al inicio, no quería que “Viaggiatore...” fuese una simple relación de canciones. No hubiese sido posible, porque es demasiado fuerte el hilo rojo que une estos temas y, si bien son todas canciones que perfectamente pueden estar de pié sobre sus propias piernas, es en el conjunto donde encuentran su propia auténtica identidad y de este conjunto de donde sacan su fuerza. “Viaggiatore...” no es tanto la historia del viaje como la historia de aquel viajero que está encerrado en cada uno de nosotros y que, en el fondo, es el símbolo mismo de nuestra condición.

El tema central del disco es la relación del hombre con el tiempo, en un presente dominado por mil reclamos del pasado y un futuro que “engaña de lejos”.

A este tema central se le apoyan y entrelazan todos los demás temas: el deseo de sueño, no para evadir la realidad sino porque solo en la fantasía se encuentran ciertas respuestas; la gran ansia, pero también la incapacidad de comunicar, que parece caracterizar justamente la era de la comunicación; el falso mito del final del milenio (“la prossima non sarà una nuova età ma solo un’altra età”); el valor, pero también el peso quizás asfixiante de las cosas que estamos convencidos de poseer, mientras que son ellas las que nos poseen a nosotros; la relación con la vida y sus “sincronías imposibles” y la muerte (“siamo morti e più volte noi rinati”).

Son éstos los temas que acompañan al Viajero y atravesan todas las canciones: de las emociones desordenadas de la vigilia (“Hangar”), a las esperanzas de la partida (“Un mondo a forma di te”); del comprender que el viaje es sobre todo búsqueda interior (“Sí io sarò”), a la relación de odio-amor con ciertos recuerdos que no nos abandonan nunca (“Caravan”); de la fascinación del primer impacto con el infinito (“Mal d’universo”), al deseo de comprender (“Chi c’è in ascolto” y “Quanto tempo ho”); del diálogo a distancia con una mujer que no logrará nunca más encontrar (“Stai su” y “A Domani”), al examen de conciencia (“Opere e omissioni”); de la certeza de que el final del milenio es un falso mito y que la próxima no será una nueva edad sino sólo otra edad (“Cuore di aliante”), hasta el autobiográfico balance final (“A Clà”).

-Has citado la relación odio-amor con las cosas: tanto de los textos como de las imágenes de la portada del disco se deduce que los objetos tienen un papel muy importante en el asunto del Viaggiatore.

- Un papel muy importante. Como sucede a todos los capitanes de naves solitarias, en un momento dado nuestro viajero comienza a ser rodeado de pensamientos, pensamientos que asumen una forma casi física: resultan cosas, objetos,... y ante él se abre paso la sensación de que haya polizones a bordo.

Son los recuerdos, las cosas dejadas, que no lo abandonan nunca. Quería escapar de su pasado, pero su pasado no sale de él. Llama cada vez más insistentemente a la conciencia y el viajero comprende que podría ir a cualquier sitio pero no podría desembarcar de sí mismo. Pensamientos y recuerdos que constituyen el ADN de nuestra identidad se acoplan como un peso, un límite, un vínculo, un involucro que, no sólo mantiene en vida el pasado (cristalizándolo) sino que arriesga el condicionar también el futuro.

Dividido entre la imposibilidad de renunciar a los recuerdos (¿qué haríamos sin la memoria?) y el deseo de liberarse del lastre que a veces los recuerdos representan, el viajero se da cuenta del papel que las cosas juegan en la vida del hombre.  Son las únicas que el alma no da vida y que sobreviven al hombre, mientras el resto, personas, animales, plantas, incluso las estrellas, muere, a pesar de que la lejanía las haga parecer vivas, porque la distancia es tan grande que su luz emplea muchísimo tiempo en alcanzarnos. Los objetos, incluso los más estúpidos, los más insignificantes, sobreviven.

Respecto a estos objetos, el viajero tiene un sentimiento doble: por una parte la sensación de ser rehén, prisionero de las cosas y del deseo de las cosas; por otra, un ligero impulso de ternura, en el pensamiento de que a los objetos, más allá de un alma, le sea negado hasta el sufrimiento. Y las cosas, en efecto, no saben nunca cuando nos vamos.

Aunque toda la vida las hemos cuidado, quitado el polvo, llevado con nosotros, el día que el hombre muere ningún objeto lo llora porque no están en grado de comprender.

He aquí porqué la relación entre el hombre y las cosas es uno de los grandes temas del álbum. Por un lado ellas forman parte del perímetro de los afectos, son las cosas junto a las cuales ama estar, de cuya vista goza y que siente placer de poseer; por otra, el viajero se percata de que en muchos casos ese perímetro termina resultando una jaula, que la de las cosas es otra forma de esclavitud a la que el hombre se somete.

Si bien él está convencido de poseerlas, en realidad son ellas las que lo poseen.

Con todo, no puede sustraerse a un sentimiento de desconsolada amargura cuando comprende que las cosas no tienen conciencia y que, así pues, cuando él ya no esté, a ellas no les será concedido ni siquiera el consuelo del llanto (“quando poi ce ne andiamo, peccato loro non piangono”- Caravan-).

- La confección del álbum parece vehículo y representación de una historia. En las fotografías se lee.

- La confección, es verdad, es parte integrante del proyecto, no habría podido ser de otro modo. Y, también ésta, está construida a diversos niveles.

La imagen del Viajero es la primera en pasar. También esto es un paso-símbolo. El paso del testimonio del viajero-autor al viajero-explorador del proyecto, para dar la posibilidad a quien entra en la habitación de apropiarse de aquel mundo y dar inicio a su viaje. El viajero es cada uno de nosotros y cada uno debe resultar protagonista de la historia y vivir su habitación.

Después está la habitación, precisamente, una especie de tragaluz estelar, que es el único ambiente visible del medio de transporte (que no se nos permite conocer) con el cual el viajero se mueve en su órbita desconocida, respecto a la que tenemos sólo un punto de referencia: el hecho de que detrás de la ventana se divisa el perfil lejano de nuestro planeta.

Luego hay algunos objetos, también éstos de particular valor simbólico, que se divisan entre las imágenes del interior de la portada, cuando el punto de vista sobre la habitación cambia y se desvela algo más del ambiente en el que nuestro viajero se mueve. Pero de estos objetos preferiría todavía no hablar y dejar a la fantasía y a la capacidad creativa de mis compañeros de viaje, el encargo de una interpretación: ¡Quién sabe!

Hasta la imagen final –la de detrás de la portada- donde hay un enésimo, el último, cambio de perspectiva: de la ventana de la habitación del viajero se ve el globo (símbolo del sueño que ha empujado al viajero a partir), finalmente liberado, que vuela lejos en una noche estelar en cuyo fondo, más allá de la tierra, se recorta también la luna.

- ¿Cómo nació la idea del reloj del tiempo que se ve apenas como una sombra proyectada sobre una pared en la imagen de la portada y que se asoma también entre los textos del álbum?

- Es un símbolo. La idea de que pueda haber un modo diferente de medir este tiempo del cual somos, al mismo tiempo, los inventores y los esclavos. He aquí, entonces, la idea de particularizar un criterio diferente de medida y, por eso, también un instrumento diverso para medirlo, en la esperanza de que, si la medida del tiempo pudiera ser el lenguaje universal y no violento de la música (las teclas corresponden a las notas de una octava de piano), muchas cosas cambiarían  y cambiarían a mejor, también entre nosotros y sobre este planeta nuestro que a la vista del nuevo milenio tiene todavía mucho que aprender. Un símbolo, un deseo, una provocación, una esperanza: combatir el tiempo a tiempo de música.

- Hablando aún del álbum, las sorpresas o, para decirlo mejor, los enigmas no han terminado. Has insertado una pista ROM al término de las partes audio, donde, con el descubrimiento y la inserción de algunas palabras clave, se puede acceder a los llamados “apuntes de viaje”, un ulterior elemento para completar la narración del viajero...

- He dicho desde el inicio que la dimensión “canción” hubiera resultado estrecha para este proyecto. Hubiese faltado el aspecto introspectivo, aquellas reflexiones que en un viaje tan importante, en esa soledad buscada pero no por ello menos difícil de afrontar, el Viajero pudiese confiar sólo a un compañero de viaje discreto y silencioso, recuperando (en una época en la cual las tecnologías tienden a hacerla olvidar) la relación con una de las más antiguas e importantes formas de diálogo: la escritura.

El viajero tiene una especie de diario de a bordo. Es en las páginas de este diario donde confía sus reflexiones más personales e íntimas. Pero no quiero decir más. Prefiero que sea la curiosidad, el interés y la pasión de quien se acerque a este álbum, las que hagan el resto.

- ¿Qué es para Baglioni el futuro?

- Un instante que engaña de lejos: el instante en el cual el presente resulta pasado.

Un instante destinado a escaparse hacia el infinito, como el horizonte; cuanto más nos acercamos, más se aleja.

CLAUDIO BAGLIONI

 

 

El 30 de octubre de 1999 Claudio organiza algo nunca visto para presentar en absoluto estreno el nuevo disco "Viaggiatore...". Junto a fans, colaboradores y periodistas se sube a un avión, con escalas Florencia-Milán-Nápoles-Catania, y va presentando, hablando, contando y cantando las 12 canciones del disco en 4 hangares en los aeropuertos de las 4 ciudades. Todo en el mismo día, partiendo a las 9 de la mañana desde Florencia y aterrizando en Roma en la noche del mismo día.

 

 

"IL MESSAGGERO" 1992

MI ROMA, BELLA, ETERNA E INCIERTA

de Claudio Baglioni

 

Esta noche vuelvo a cantar en Roma.

Es un poco como, entrando de nuevo en casa, cerrar la verja. Es mezclar los recuerdos con las historias de hoy. Los barrios, lejanos, como un viaje, del centro, cal y polvareda, comiéndose cada día más el campo y mi balcón de piedra que se asomaba sobre algún socavón. Familias llegaban habitándolos, todos de ladrillos de cara vista.

Roma, ciudad abierta.

Los tranvías parados en el final de línea. Esperas de gente de la periferia. Antiguos pensamientos. Los anti-robo de ahora voceando en la noche.

Roma, ciudad alerta.

Los chicos limpia cristales, su desgraciada pena, la intolerancia de los demás.

Roma ciudad rápida.

La serpiente venenosa del tráfico. Y los domingos de entonces. Lluviosos y largos. Como las colas del retorno de fin de semana. Después de una excursión a los Castillos, una vuelta por el Fiumicino. Vestidos floreados de mujeres con escotes cuadrados y muchachos ya de principios de verano con las camisas ligeras y más frescas. Y los negros de ahora que todavía los miras curioso, los filipinos de la jornada libre, los “cabezas rapadas” con los líos de siempre. Las viejas de ayer sentadas delante del portón y con los abanicos refrescándose.

Roma, ciudad ofrecida.

Y estas caras de políticos, tranquilizadoras, el símbolo, el número, la frase adecuada. Quintales de papel creciendo en los muros. ¿Para crecer los sueños de un país mejor? Y los inicios de las películas en blanco y negro de entonces, tomas desde lo alto, la voz que todo lo conoce, fuera de visión, terrazas y basílicas, y ding dong de campanas dando color metal a las nubes. Y el trenecito hacia Ostia. Mi tío que decía: “S’annamo a scoccià sulla spiaggia”. Y yo no comprendía si era ir a aburrirse a la playa o romperse, rodando, la “coccia” (cabeza). Pero reía igual. Los bares de hombres con ojos rojos, abiertos toda la noche, los líos que aparecían de repente y allí dentro manos veloces y violentas.

Roma, ciudad experta.

Las pocas nevadas. Y esperar cada año aquel milagro blanco. Y los atardeceres de Roma, éstos no cambian nunca y duran una entera jornada después de una jornada entera, y aquel sol que no cae y continua calentando los ojos y las casas incluso después de irse.

Bienvenida, Roma.

La Roma de las siete colinas, pero también de los siete caminos, de los siete baños.

Esta noche vuelvo a cantar en Roma.

Roma, ciudad incierta.

 

"IL MESSAGGERO" 30-9-1995

“MAR, ¡ PROTÉGEME !”

de Claudio Baglioni 

 

Cuando, sobre aquel trenecito que llevaba a Ostia, alguno me preguntaba: “¿Cuántos años tienes, niño?”, yo, con el permiso de los ojos de mi madre, enseñaba una mano y mostraba cuatro dedos un poco torcidos, titubeantes, como si hubiesen aparecido de repente entonces. Hoy me serían necesarias las dos manos, cuatro dedos en cada una. Y meter la una junto a la otra y no para hacer ocho.

Cuando aquel trenecito abría sus puertas como un fuelle delante del tan suspirado sueño marino, un ejército de cubos, toallas, sandalias y sombreritos se catapultaba fuera. Con la ansiosa urgencia de llegar pronto. Antes que los demás. Los otros niños, mamás, tíos, abuelos, papás. Como si no hubiese suficiente mar para todos. Y se corría con el corazón y con las piernas. Más con el corazón que con las piernas. El corazón por encima de todo, que empujaba, el primero que cortaba la cinta de la meta. Y aquí comenzaba la letanía calurosa y alegre de las cosas establecidas. Esa fila de nombres. Siempre la misma secuencia: Gambrinus, Venecia, Kursaal, Pinetina, Nuova Pineta, Vechia Pineta, Lega navale, Tibidabo, Plinius, Belsito, Il Delfino, Il Capanno, Marinella, Lido, Battistini, Elmi, Urbinati, La Conchiglia, Italia, Vittoria,...

Y el ruego duraba mucho o poco, según el baño elegido. Y cuánto más corto era, mejor iba. ¡Si para acceder al paraíso, había que andar menos acera! Menos cabinas en las que curiosear. Menos gritos de voces maternas. Menos pisotones que evitar. Menos tiempo de espera. Para alcanzar finalmente el mar.

Porque el mar no es como la montaña. En la montaña estás de todos modos, donde quiera que estés. Más allá, arriba o abajo, o más acá. Basta con encontrarse en aquel territorio. En el mar, no, no puedes estar cerca, a su lado. Debes estar dentro o lo más junto posible.

¡Y cuánto sol había! Por todos lados. Entonces había más sol. Mucho más sol que ahora. Partíamos cada día de Roma con un poco de arena del día anterior (que toda no lograbas nunca quitarte). Con todavía más deseo, más obsesión que el día precedente, llegaba a aquellas casas, aquellas calles parecían de un sitio lejano. Tan diferente de la ciudad. Africano. Quizás por el tema de las palmeras.

Alguna vez venía con nosotros mi tío Enrico. “S’annamo a scoccià”, decía. Y “scocciarsi” era romperse la crisma. La cabeza. Por las cabriolas que me hacía hacer. Él me las había enseñado. Y después me lo repetía siempre: “Quando s’annamo a scoccià?”. Y yo reía , reía como si aquellas palabras tuviesen dedos y me hiciesen cosquillas en el costado. Ahora no vamos ya a “scoccià”. Quizás porque estamos ya bastante “scocciati”. De lo que sucede. De lo que nos sucede alrededor. Que nos adormece los sueños y nos despierta las pesadillas. Que nos estafa el mar de los pensamientos y nos contamina con sus salpicaduras. Que nos hace caer nuestro castillo de arena y que nos construye uno al lado, uno tocado y abusivo.”Scocciati” de aquellos salvadores de la gente que nos pinchan el salvavidas mientras intentamos ir a nadar solos, lejos. “Scociatti” del hecho de no tener ya aquellos ojos que ya buscaban el mar 20 kilómetros antes. No lo veías, pero lo sentías. Con un sol interno que se reflejaba en el sol de fuera. Al fín, de repente, allá lejos, una inmensa plancha de plata. Te decía que el mar estaba allí de verdad. Pero tú ya lo sabías. Lo difícil es saberlo hoy.

¿Y hoy Ostia qué es? Me han dicho: una ciudad junto al mar. Sin ser una ciudad de mar. Con la historia de una ciudad-ciudad. Y como en todas las ciudades del mundo, extrañezas y contradicciones. Los jóvenes sin paz o sin problemas. Los viejos sin dientes o sin compañía. Los parados sin trabajo. Los extracomunitarios sin familia. Los desalojados sin casa. Los traficantes sin alma. Los ladrones sin vergüenza. Los afortunados sin y sin. Y después, tantas personas sin rendición, sin miedo de vivir, sin muros. A propósito, ¿estará todavía el pequeño muro?.

Hoy vuelvo a cantar y tocar, sin liturgia, de espaldas al mar, robándole un poco de energía. ¡Que me ayude, me proteja, el azul profundo infinito hasta donde termina y más al fondo aún! Pero no tendré tiempo para ir a verlo. Juro que un día de éstos vuelvo y en un momento en el que nadie me mire, me doblo sobre mis rodillas, apoyo las manos y la cabeza, me empujo con las piernas y ...¡hala! me voy a “scoccià”.

 

"IL MESSAGGERO" 28-9-1996

JÓVENES, ¡ NO OS TAPEIS LA NARIZ !

De Claudio Baglioni

 

Y también ésta ha terminado. Una aventura de seis mil kilómetros en dos semanas. Y cada día llegar a un sitio, cantar e irte. Ha terminado después de una letanía de cielos cargados de lluvia con unos pocos claros. ¿Es así también el tiempo que estamos viviendo? En muchas canciones, de los años 60 en adelante, aparece, quizás ingenuamente, esta metáfora. Las nubes como los eternos desastres del universo y, finalmente, la salvación, un azul claro de cielo. Y nosotros como campesinos mirándolo, intentando comprender sus intenciones. Más las amenazas que las promesas. No miramos ya para inspirarnos, para extender la mirada de los pensamientos, sino confiando sólo en que nos deje en paz y no ser golpeados.

Llueve desde hace demasiado tiempo sobre nuestras cabezas. Llueve sobre los entusiasmos, sobre el deseo de cambio, sobre las cosechas de los honestos, sobre los senderos de la verdad. Ha llovido sobre nuestros camiones amarillos que se abrían, resultando escenario, sonido, luces, con la ilusión de que desde estos carros de comediantes se pudiese regalar un poco de sol, de calor, la inalcanzable fórmula de un elixir de vida. Llovía y ellos, los “espectadores” cantaban, se refugiaban como podían cuando caía fuerte, pero no se rendían, no renunciaban. A las 9, como un milagro merecido, también el cielo, conmovido por tanta presencia, no tenía más lágrimas y, entre el despecho y el respeto, nos dejaba hacer nuestro espectáculo. ¡Cuánto me gustaría que esto mismo sucediese con todo lo demás! Que no sucediese sólo durante 3 horas de concierto. Que este deseo de existir, de contar, de resistir,..lo encontrásemos en el repertorio de nuestra aventura humana. En pocos meses me he encontrado con más de 800.000 personas. Personas. No los acaparadores, evasores, aprovechados, malversadores, ... esos que miras siempre, pero no los ves nunca.

Aquellos otros los he visto y cuando no lograba velos, he sentido su energía, su latido, su tambor o lo que llaman corazón. Siempre lo han tenido, no lo han comprado e intentan a duras penas protegerlo del descorazonador ejemplo de quien está en lo alto o de la desilusión del uso del poder. El mal de los siglos. El mal de una sociedad que, las más de las veces, rechaza; que teme el talento, la creatividad, el recién llegado. Que no presta atención a los jóvenes y sus ideales. Que son la misma cosa. Pero el poder no puede perseguir ideales, más bien los oculta, los sofoca, los mata.

Este siglo termina 10 años antes. Con un muro que caía y todos animándonos a construir algo. Con el descubrimiento de corrupciones, de abusos y de rapiñas, mientras todos decíamos que no teníamos necesidad de padrinos ni sobornos. ¿Ha terminado la larga estación de las peticiones, de las preguntas decisivas?  No, como se dice, la esperanza nunca se pierde. No. Se cansa uno de esperar, de no decidirse si “desaparecer” o “disparar”. Se cansa de estar en este malestar. De persistir en este existir. Miraba, en mi roulotte, las gotas que descendían, pensando en una purificación, un baño purificante. El agua, discurriendo, se habría llevado consigo la memoria de todas las cosas que encontraba.

Pero ¿qué clase de historia dejamos a nuestros hijos? De años de masacre sin culpables, de desastres ecológicos y económicos sin responsables. De rapiñas administrativas de los habituales (des)conocidos (Dispararon a un pobre hombre porque le podían robar sólo 16.000 liras: estamos acostumbrados a otra clase de robos más cuantiosos). En el fondo, los que vienen al mundo ¿qué piden  desde hace siglos? Poder vivir sus sueños y soñar una existencia mejor. Nosotros no los hemos arrojado en la basura o violado: les hemos comprado las zapatillas de moda, el ordenador personal y la moto con el casco (si-no-te-romperás-la-crisma), pero de lo de dentro de la cabeza ¿nos hemos preocupado? Sí, un poco. Pero quizás demasiado poco, paralizados por amnesias o apatías. Llueve todavía. Pero no debemos dejar de luchar. Soplar a las nubes como el Gustavo del Barón de Münchausen. Alejar las nubes y liberar la ciudad de la fantasía del asedio de las tropas de la arrogancia, de la prevaricación, de la banalidad. Regresar a los teatros de la ciudad donde los actores y juglares no recitan ya porque otros bufones han ocupado las escenas.

Es necesario moverse ahora, moverse juntos para conmoverse ante las cosas del mundo, ante la maravilla del mañana. Entregarse al mañana de repente, sin disgusto, nausea o volviendo la cara hacia el otro lado. Sin taparse la nariz. Andar, hacer camino.

Yo me paro hoy en Nettuno. En un puerto. Y a aquel dios marino le pido que me haga partir de nuevo, aunque yo no conozco la meta, porque en el mar no hay caminos. Deseémonos un buen viaje en nuestras historias, buen viaje para nuestras vidas. Bajo la lluvia.

 

 

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El que no imagina es como el que no suda; almacena veneno. Truman Capote.